Yo y mi amigo
La RAE no establece ninguna norma gramatical que impida que la primera persona singular se anteponga al uso de la segunda o la tercera persona.
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“El burro delante, para que no se espante”.
Aún me resuenan las palabras de mi madre cada vez que, de pequeño, tenía la osadía de decir ‘Yo y mi amigo’ o ‘Yo y tú’.
“Debes decir ‘Mi amigo y yo’, o ‘Tú y yo’”, me repetía mi amada progenitora.
Ya de grande, me he visto a veces corrigiendo a mis propios hijos con las mismas palabras de mi madre.
Sin embargo, cabe preguntarse: ¿es realmente incorrecto nombrarse a uno mismo primero que a los demás? ¿Estamos incumpliendo alguna regla?
La respuesta es… no. No es un error ni nunca lo ha sido.
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La Real Academia Española no ha establecido ninguna norma gramatical que impida que la primera persona singular se anteponga al uso de la segunda o la tercera persona.
Es meramente un asunto de cortesía. Al igual que es de buena educación abrirle la puerta a alguien para permitir que entre a un lugar antes que nosotros, resulta ser signo de buenos modales el no colarse en la fila de los nombrados.
No solemos ser tan estrictos con el uso del plural. A menudo decimos ‘nosotros y ellos’ sin sentirnos culpables de haber cometido alguna atrocidad lingüística. El decirlo al revés (‘ellos y nosotros’) se nos hace más difícil por razones de cadencia y de sonido. Dilo en voz alta para que te des cuenta…
De hecho, aún en el singular, hay ocasiones en que es necesario anteponer la primera persona a los demás. Por ejemplo, si yo estoy compitiendo en una carrera y resulta que logro llegar primero, lo lógico es que responda de esta manera sobre quiénes fueron los ganadores en la competencia: “Pues yo, Juan y Pedro”. En otras palabras, yo llegué en primer lugar, Juan en segundo y Pedro en tercero.
También es común utilizar el ‘yo’ primero cuando lo que le sigue no es la mención de una persona, sino la de un objeto. Por ejemplo, cuando has metido la pata y has dicho una barbaridad que te pone en aprietos, sueles decir: “Yo y mi bocota”.
Este tema de los mitos del lenguaje me hace pensar en otros que, desde pequeño, nos hacen creer que son errores lingüísticos. En particular me refiero al uso de los participios ‘imprimido’, ‘freído’ y ‘proveído’.
“¡Qué disparate! ¡No se dice así! Lo correcto es ‘impreso’, ‘frito’ y ‘provisto’”, suelo escuchar. Pues la verdad es que estos verbos tienen doble participio y ambas formas son correctas.
Así que puedes decir, sin miedo a equivocarte, las siguientes oraciones:
“He imprimido 50 copias del documento”.
“Desde que tengo uso de razón me he freído un huevo por las mañanas”.
“Él se ha proveído de los víveres para la travesía”.
Por último, recuerdo en la escuela que una maestra me dijo que las mayúsculas no se acentuaban. Eso es falso.
Las tildes son parte de las palabras y no usarlas sobre las mayúsculas es como quitarle un dedo a una persona.
Lo que sucede es que, en la época de las maquinillas, algunas de esas máquinas no tenían la posibilidad de acentuar las mayúsculas. Para alguien que no dominara las reglas de acentuación, lo único que tenía que hacer era escribir todo en letras mayúsculas y con eso tenía la excusa perfecta para no acentuar. ¡Muy conveniente!
Hoy día, con la tecnología, los teclados permiten incluir la tilde a las mayúsculas. Y qué bueno, porque no es lo mismo ADÚLTERO, que ADULTERO, que ADULTERÓ.
Son muchos los mitos del idioma. En una próxima columna descubriremos otras más, todos juntos, yo y ustedes…
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Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
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