¿Por qué los del campo son ‘de la isla’?
En Puerto Rico, si vives en San Juan, Bayamón, Carolina, Guaynabo, Cataño y Trujillo Alto eres del área metropolitana.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 años.
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No hay otro país en el mundo en que los ciudadanos de su capital y de sus suburbios, cuando van al campo, digan: “Me voy para la isla”.
En Puerto Rico, si vives en San Juan, Bayamón, Carolina, Guaynabo, Cataño y Trujillo Alto eres del área metropolitana. Cerca de una tercera parte de la población habita en esta región (unos 1.2 millones de personas, según el censo del 2010).
Resulta curioso que estos residentes del territorio de Puerto Rico, cuando se montan en su automóvil para ir a otro pueblo fuera del área metropolitana, le digan a su amada pareja: “Adiós mi amor, me voy pa’ la isla”.
- ¿Cómo que te vas pa’ la isla?- respondería indignada su media naranja.
- Bueno, sí, me voy pa’ Jayuya a llevarle un regalito a tu mamá.
- ¿Ajá? ¿Y Guaynabo? ¿No es parte también de ‘la isla’? ¿Acaso te crees superior al resto del país? ¡Qué ofensa!
Estoy seguro de que en algún momento te has visto en una situación parecida o, por lo menos, te has preguntado el porqué de esa expresión tan nuestra.
Incluso, recordarás las famosas guías telefónicas que te dejaban en la entrada de tu casa: estaban las gruesas que decían ‘Área Metro’ y las más finas que se llamaban ‘Isla’.
¿Las recuerdas?
Pues bien, lo bueno es que todo en la vida tiene una razón de ser, y este caso no es la excepción.
Para entender nuestra frase, hay que remontarnos al pasado, a los orígenes de nuestra historia bajo la colonización española.
En 1521, la capital del país se mudó de Caparra a lo que hoy se conoce como el Viejo San Juan. Para aquel entonces, la capital no se llamaba San Juan, sino Puerto Rico, en referencia a la extraordinaria bahía por donde los barcos que transportaban las riquezas de América hacían su última parada antes de continuar su larga travesía hacia España. En algún momento, a comienzos de esa era, se intercambiaron los nombres del país y de la capital: la ciudad de Puerto Rico pasó a ser el nombre del país, y el nombre original que Cristóbal Colón le había puesto a la isla al conquistarla, San Juan Bautista, pasó a ser el nombre de la capital.
Así las cosas, la nueva capital de San Juan se erigió sobre la punta oeste de un islote de tres millas cuadradas, que hoy comprende la vieja ciudad amurallada y el sector extramuros de Puerta de Tierra. La palabra ‘islote’ significa “isla pequeña” o “peñasco muy grande, rodeado de mar”. El islote de San Juan se conecta con el resto de la isla por dos puentes: el puente San Antonio que te dirige hacia Hato Rey, y el Puente Dos Hermanos hacia el Condado.
Ambos puentes conectan el islote con el resto de la isla.
Hasta no hace mucho en nuestra historia, los sectores que hoy conocemos de El Condado, Isla Verde, Santurce y Hato Rey, no eran otra cosa que áreas rurales. Nos resulta difícil imaginarnos que esa mole de cemento que tenemos hoy día era, hasta no hace mucho, puro campo.
Por lo tanto, cuando un capitalino que vivía en San Juan decidía visitar a sus familiares en los campos cercanos a la ciudad, literalmente cruzaba el puente para pasar del islote a la isla. Decía: “Adiós, mi amor, me voy pa’ la isla”.
Del islote a la isla grande.
Hoy, a pesar de que la capital se ha extendido más allá del islote, seguimos diciendo, por tradición, que vamos a la isla cuando vamos al campo.
¿Te fijas? Si buscas en nuestro pasado, no hay nada de arrogante ni de despectivo en asociar nuestro campo con el término ‘isla’. No tienes por qué ofenderte.
En este caso, la historia nos absolvió…
Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
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