Nuestra fascinación con las cabras y los chivos
¿Cuántas frases no decimos que se relacionan, por ejemplo, con nuestras mascotas?
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Nos gustan los animalitos.
Hay algo que nos atrae de esos otros seres que comparten el aire que respiramos en nuestro planeta. Nos gusta tenerlos en casa, visitarlos en un zoológico, verlos corretear en su hábitat natural en un documental de Netflix.
Al igual que ocurre con la comida, nuestra fascinación por los animales se traduce en un sinnúmero de frases que empleamos a diario y que, de alguna manera, hacen referencia a estos seres vivos.
¿Cuántas frases no decimos que se relacionan, por ejemplo, con nuestras mascotas?
Pensemos en los gatos:
Si andas con prisa… te das un baño de gato.
Si algo no anda bien… de seguro que hay gato encerrado.
Si sigues obsesionado con un tema… estás buscando las cinco patas al gato.
Si a la fiesta solo asistieron tu abuela y la prima… vinieron tres gatos.
Si el vecino, por más que se porte mal, nunca lo agarran… tiene más vidas que un gato.
Y ahora los perros:
Si te cuentan algo que parece inverosímil, exclamarás… ¡A otro perro con ese hueso!
Si estás que no hay quien te beba el caldo… te levantaste con un humor de perro.
Si fulanito está siempre detrás del jefe en actitud servil… se comporta como un perro faldero.
Pero de todos los animales que mencionamos en nuestras expresiones cotidianas, los que más me llaman la atención son los chivos y las cabras. ¡Hay muchísimas frases! Me preguntó por qué. Quisiera entender nuestra obsesión por estos animales que, por lo general, no son parte de nuestra vida cotidiana, a menos de que tengas una finca llena de chivos y de cabras. No son mascotas que solemos sacar a pasear por las calles de la urbanización...
Lo primero, para efectos educativos, es entender la diferencia entre un ‘chivo’ y una ‘cabra’. Ambos son el mismo animal; la diferencia está en la edad. El ‘chivo’ o la ‘chiva’ es una cabra joven, desde el momento en que deja de lactar hasta que alcanza la madurez sexual (entre los seis y los doce meses de vida). Las ‘cabras’ ya son adultas, sus cuernos están totalmente desarrollados y son menos juguetones que los ‘chivos’.
Comencemos con los chivos:
Si no te has bañado, seguramente hueles… a chivo mata’o a escobazos.
Si metiste la bola de baloncesto desde la línea de media cancha y con los ojos vendados, dirás… ¡Qué clase de chiva!
Si te las buscas en la calle para ganarte el peso… te haces un chivito por el lado.
Si te dejas crecer “el candado”… te dejaste una chiva.
Si al pintar una pared no lo haces con cuidado… la dejaste llena de chivos.
La persona que carga con las culpas de los demás es… un chivo expiatorio.
Si te pidieron que hicieras algo y miraste para otro lado… te hiciste el chivo loco.
Y ahora, las cabras:
Si no estás bien de la cabeza… estás más loco que una cabra.
Si dejas tus prendas al cuidado de un ladrón… pusiste al cabro a velar las lechugas.
Si esperas que alguien cambie su forma de ser, no pierdas tu tiempo porque… la cabra siempre tira pa’l monte.
Si te engañan… te meten las cabras.
Y la más reciente, cortesía de Héctor ‘el Father’ y, luego, revivido por Bad Bunny: “Tú no metes cabra” (Tú no asustas, eres frágil y débil).
Hay muchísimas más.
¿Qué otras expresiones de chivos, cabras o de otros animales conoces?
Haz el ejercicio: te sorprenderás de la cantidad de frases que vendrán a tu mente...
Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
En buen español
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