Los abusos y las enfermedades a los que se enfrentaron nuestros antepasados indígenas y africanos acabaron con aquella raza y dejaron cicatrices profundas en la otra; pero hay algo que ni las armas ni la crueldad pudieron erradicar o mutilar: su legado cultural. Y es en nuestro lenguaje cotidiano, en las palabras que usamos y que nos rodean a diario, que mejor se manifiesta la influencia taína y africana.

Se calcula que hay cerca de 300 palabras de origen taíno en el español.  De hecho, de todos los lenguajes nativos en América   , el taíno es el que mayor influencia ha tenido en el castellano que hablamos en la actualidad.  De ellos heredamos varias palabras que hoy día forman parte de nuestro hablar cotidiano.  Cuando sacamos el “güiro” en una fiesta, o descansamos en una “hamaca”, o cuando comemos “yautía”, “maíz” y “yuca”, o al referirnos al “comején” que nos invade nuestro hogar estamos rememorando las voces taínas

Por otro lado, casi la mitad de los pueblos de la isla provienen de un nombre taíno. Un total de 36 de los 78, para ser exactos.  De esos 36, hay 16 municipios que honran la memoria de algún cacique.  Entre ellos está Bayamón (Bayamongo), Caguas (Caguax), Mayagüez (Yagüex), Coamo (Coamex) y Luquillo (Yuquibo).  Uno de nuestros pueblos celebra el liderazgo de una cacica: Loíza (Yuiza).  El resto de los municipios con nombres taínos hacen referencia a lugares o cosas.  Por ejemplo, Aibonito viene de Jatibunicu ,”río de la noche”; Guaynabo se refería a un “sitio de mucha agua”; Vieques la llamaban Biequé, “tierra chiquita”.

Los tainismos los tenemos presentes, incluso, en nuestras frases cotidianas.  Por ejemplo, al referimos a una persona lista, tenemos una expresión muy única:  decimos que esa persona es un ‘jaiba’.  Los taínos usaban esa palabra para referirse a una especie de cangrejo que es muy escurridizo y difícil de atrapar. Así que hoy día, al decir que alguien es un ‘jaiba’, lo estamos comparando con esos cangrejos ‘listos’ que no son fáciles de coger; de ahí la connotación con ser avispado, vivo o perspicaz.

Los esclavos africanos, por su parte, trajeron consigo su lenguaje, y nos regalaron palabras que hoy día sobreviven entre nosotros.  Esto es digno de reconocimiento, sobre todo si pensamos que muchos de los amos esclavistas prohibían a los africanos comunicarse en su idioma original y los forzaban a hablar únicamente en español.  También afectaba el hecho de que muchos africanos procedían de tribus diversas, cada una con sus propios dialectos, lo que hacía difícil la comunicación entre compañeros africanos.

Aún así, existen muchos africanismos que han influenciado el idioma español que hablamos hoy día.  Muchos de esos términos están relacionados con la música.  En tiempos de parranda y jolgorio, por ejemplo, cantamos una “bomba” y decimos que comenzó “la bachata”.  Ahí los músicos sacan “la conga” y “el bongó” y arranca “el bembé”.  Al final, nos servimos un delicioso “mofongo” o nos comemos un “guineo”.  Por otro lado, qué “chévere” nos sentimos, a menos que nos haya dado una terrible “monga” o un mosquito nos haya contagiado con el “dengue”.  Como vemos, las raíces africanas están muy presentes en nuestro léxico cotidiano.

Debemos reconocer las marcas de nuestros antepasados taínos y africanos que permanecen en nuestra cultura y, en especial, en nuestro hablar cotidiano.  Estos lenguajes corren por nuestra sangre y son el legado eterno de hombres y mujeres que sufrieron y dieron sus vidas por la crueldad y avaricia de otros.  Ante eso, cada palabra taína y africana debe ser apreciada, cultivada y protegida por ti y por mí.  Es nuestra forma de reconocer el valor y sacrificio de estos hombres y mujeres que vivieron, al igual que nosotros, en esta tierra.