Nunca fui muy amante de los perros.

Cuando uno de mis hijos llegó a mi casa con un cachorrito que se encontró abandonado en la calle, me negué, en un principio, a quedarnos con él en la casa. No quería tener que lidiar con la responsabilidad de cuidarlo, sacarlo a pasear, darle comida, llevarlo al veterinario y todas las demás obligaciones y limitaciones a la libertad que implicaba tener una mascota. Al final, la insistencia de mis hijos y, tengo que admitirlo, la carita tierna del cachorrito, me hicieron adoptarlo… Mi hijito de 10 años decidió, en aquel momento, ponerle un nombre muy original: Muni, de apellido Cipio. Muni Cipio.

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Hace ocho años que Muni Cipio vive en mi casa y, tengo que confesarlo, no puedo imaginar mi vida sin él. Es un miembro de la familia, un compañero de vida; lo quiero como jamás pensé que se pudiese querer a un animal.

En estos días, he tenido el tiempo de observar y de reflexionar sobre su personalidad. Me di cuenta de que nosotros, los humanos, tenemos mucho que aprender de los perros. Te comparto las siete enseñanzas que el pequeño Muni Cipio me ha regalado:

  1. Vivir el presente. Los perros no viven preocupándose del futuro ni lamentándose del pasado. Ellos son los verdaderos expertos de eso que llamamos ‘mindfulness’: vivir el presente sin juzgarse a sí mismo ni a los demás.
  2. Amar incondicionalmente. Muni Cipio ama a cada uno de los miembros de mi familia, y lo expresa continuamente, ya sea brincando con genuina euforia y alegría cada vez que alguno de nosotros entra por la puerta (aunque haya sido para buscar la correspondencia en el buzón) o lamiéndonos las manos, las piernas o la cara con absoluta pasión.
  3. Perdonar rápido. Los perros no les guardan rencor a sus seres queridos, no importa lo que pase. Si le piso la patita sin querer, o lo regaño de manera excesiva porque se comió el sándwich de mantequilla de maní que dejé desatendido sobre la mesa del comedor, Muni Cipio siempre me perdona.
  4. Disfrutar de lo simple. Todas las mañanas, como a eso de las 10:00, entra un rayo de sol por una de las ventanas de mi casa. A esa hora, siempre verás a mi perrito acostado en el piso, relajado, tomando un delicioso baño de sol. Es feliz.
  5. Escuchar. Muni no habla, pero escucha. Cuando yo digo su nombre, él viene y me mira fijamente a los ojos para prestarme el 100% de su atención, en espera de que yo emita las palabras que él más adora escuchar: “Vamos a pasear”.
  6. Correr y perseguir lo que deseas. Los perros no esperan a tener un plan bien estructurado para tomar acción en sus vidas. Si quieren algo, van y lo buscan. Simple. Nosotros los humanos a veces nos complicamos mucho la existencia. Recuerdo a un motivador decir una vez que él coleccionaba vinos malos, porque los buenos se los tomaba. ¿Por qué esperar? Hay que vivir el ahora al máximo, sin privaciones, como los perros.
  7. Apreciar las caricias. Si rasco a Muni en la panza, él se acuesta de espalda al piso, mueve su patita en el aire y se goza al máximo el cariño que recibe. Jamás toma por sentado los gestos de amor que le doy.

Sé que, algún día, Muni Cipio ya no estará con nosotros. La simple idea me rompe el corazón, pero me consuela saber que su existencia me regaló alegrías y enseñanzas que perdurarán para siempre.

¿Qué lecciones has aprendido tú de los animales?