La relación entre los astros y los desastres
Muchas de las frases que decimos hoy día y de las supersticiones que aún conservamos tienen su origen en creencias antiguas que han pasado de generación en generación.
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Son muchos los que explican el éxito o fracaso en sus vidas a base de la alineación de los planetas. No cabe duda de que la astrología ha sido, por mucho tiempo, un campo muy estudiado para prever el futuro y entender mejor el carácter de las personas. Incluso figuras muy poderosas de la historia, tales como presidentes y primeras damas de los Estados Unidos, han basado algunas de sus decisiones en el zodiaco.
De ahí que cuando algo nos va muy mal en la vida, decimos que ocurrió un ‘desastre’. Esta palabra se compone del prefijo ‘des’, que significa separación, y ‘astre’ que se refiere a los astros, a las estrellas. En la antigüedad, las personas observaban la entrada de algún cuerpo celeste a la atmósfera y veían cómo se rompían en muchos pedazos, como bolas de fuego, hasta desaparecer en el firmamento. Esta separación de estos cuerpos celestes (des-astre), de la cual el ser humano no tenía control, se relacionaba con la llegada de futuras calamidades y catástrofes. De ahí que la palabra ‘desastre’ tenga, hoy día, esa connotación negativa.
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Al igual que la palabra ‘desastre’, existe la ‘desgracia’. Ambas comparten el mismo prefijo, pero en esta ocasión se relaciona con la pérdida de la gracia de Dios.
Para evitar que el mal augurio de los astros o la pérdida de la gracia divina causara estragos en la vida de las personas, muchos recurrían a ciertas supersticiones que podían protegerlos. Por ejemplo, se pensaba que algunos espíritus residían dentro de los troncos de los árboles. Así pues, con el fin de despertarlos y pedirles protección, algunas personas se acercaban a un árbol y los tocaban, de la misma manera en que tocamos a una puerta. De ahí que, aún hoy día, cuando queremos protegernos de la mala suerte solemos utilizar la expresión “tocar madera”, seguido por el acto de darle golpecitos a cualquier superficie hecha de este material.
Es interesante cómo las creencias y las supersticiones del pasado siguen presentes en nuestro idioma aún hoy, en pleno siglo XXI.
Una de ellas es la frase, muy común, de que “el martes 13, ni te cases ni te embarques”. Para entender esa expresión (que nos ha llevado a, literalmente, cambiar la fecha de una boda si cae un martes 13), debemos remontarnos al Nuevo Testamento. En la última cena hay 13 personas a la mesa: Jesús y sus 12 apóstoles. A las pocas horas, Jesús moriría crucificado. De ahí la superstición con el número 13. La maldición del martes se relaciona con el dios romano Marte, que representaba la guerra, causante de tantas calamidades.
Y es que cuando algo te va mal, seguramente es porque te levantaste ‘por el lado izquierdo de la cama’ o empezaste el día ‘con el pie izquierdo’. Esto también proviene de las creencias antiguas que relacionaban todo lo izquierdo con lo malo. Por eso se decía que los ‘zurdos no van al cielo’. De hecho, el sinónimo de la izquierda es ‘la siniestra’, a diferencia de la derecha, que es ‘la diestra’. Incluso en la Biblia se encuentran estas referencias en que la derecha se relaciona con lo bueno (el buen ladrón está crucificado al lado derecho de Jesús, y en el Credo se menciona que Cristo está sentado a la derecha del padre).
Muchas de las frases que decimos hoy día y de las supersticiones que aún conservamos tienen su origen en creencias antiguas que han pasado de generación en generación, por siglos, y no hay ningún indicio de que vayan a desaparecer. Son rasgos del pasado que están impregnados en nuestra genética cultural y social. Las palabras tienen, dentro de sí mismas, ese código misterioso que es fascinante descifrar y descubrir...
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Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
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