La Perla y el doble negativo
En español, el doble negativo no solo es correcto, sino que es necesario para formar una negación completa y enfática.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
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La columna de hoy está inspirada en mi visita de esta mañana a la comunidad de La Perla en el Viejo San Juan.
En mis 56 años de vida, esta fue la primera vez que bajé las escaleras y me adentré en las entrañas de un lugar que solo conocía por sus historias, mitos y estereotipos; un sitio misterioso y prohibido que solo se podía mirar desde afuera, desde el tope de la muralla.
Todo comenzó el año pasado mientras caminaba, junto a un amigo español, por las calles del Viejo San Juan. Un residente de La Perla me reconoció y se me acercó para saludarme y hacerme una consulta lingüística. Su pregunta me pareció muy interesante:
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“¿Es correcta la expresión: ‘No tengo nada’?”, me preguntó. “¿No debería ser ‘No tengo algo’? Porque lo que carezco es de algo, no de nada. Por lo tanto, si digo que no tengo nada, ¿es que tengo algo?”.
Era una duda muy válida.
¿Ocurriría igual que con las matemáticas, que cuando multiplicamos dos negativos el resultado es siempre positivo?
En aquel momento le expliqué que, en español, el doble negativo no solo es correcto, sino que es necesario para formar una negación completa y enfática. A diferencia del inglés, en que un doble negativo cancela la negación y se convierte en una afirmación, en español los dobles negativos refuerzan la negación.
En el caso de “No tengo nada”, tanto el ‘no’ como el ‘nada’ trabajan juntos para enfatizar la ausencia total de algo. Por separado, cada palabra tiene su propia negación, pero juntas fortalecen el sentido negativo de la oración.
El doble negativo en español clarifica la intención negativa del hablante y evita ambigüedades. Por ejemplo, “No vi a nadie” deja claro que el hablante no vio a ninguna persona en absoluto, mientras que una construcción sin el doble negativo podría sonar incompleta y confusa (“Vi a nadie”). El uso del doble negativo permite, además, expresar diferentes grados de negación; decir “No tengo nada de dinero” es más enfático que “No tengo dinero”, ya que sugiere una ausencia total de recursos.
El uso del doble negativo en español contrasta con su uso en otros idiomas. En inglés, por ejemplo, decir “I don’t have nothing” sería gramaticalmente incorrecto y se interpretaría como una afirmación positiva. Esto refleja una diferencia fundamental en cómo las lenguas manejan la negación; es importante entender las reglas gramaticales específicas de cada idioma.
Luego de explicarle todo esto a mi nuevo amigo de La Perla, él se ofreció para, algún día, servirnos de guía y visitar su comunidad. Reconozco que en mi mente vinieron los temores que, a lo largo de toda mi vida, habían contaminado mi percepción.
“¡No, no!”, pensé en doble negativo. “¡Si entro, no saldré vivo de ese lugar!”, me repetían mis miedos que habían sido provocados por ‘el mito de La Perla’.
¡Qué equivocado estaba! Cuando hoy finalmente decidí aceptar la invitación y bajar a La Perla, el ‘doble negativo’ que habitaba en mí, al igual que ocurre con las matemáticas, se convirtió en un positivo.
Fue maravilloso adentrarme en la comunidad, disfrutar de las vistas espectaculares desde una perspectiva distinta, escuchar las historias de su vida cotidiana y encontrarme en el camino con tantas personas simpáticas con quienes conversar. Mi percepción de La Perla cambió en su totalidad.
Debemos romper con los dobles negativos que provienen de los prejuicios. Solo tienen cabida en la gramática española, no en la vida real.
Gracias a la vida y a mi nuevo amigo de La Perla por esta maravillosa oportunidad…
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Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
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