La carta de doña María (parte 2)
“She is New York for the holidays”. Su respuesta fue un balde de agua fría.
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Me levanté temprano el jueves, Día de Acción de Gracias, decidido a encontrar a doña María para tomarme, junto a ella, aquel café con sorullitos que me había ofrecido.
Sabía que el reto era grande; mi pista para hallarla eran aquellas instrucciones que escribió en su carta: “Vivo atrás del municipio de Arecibo. La casa es azul y tiene cinco palmitas al frente”.
Me sentí como un Sherlock Holmes, tratando de descifrar un acertijo. Entré a Google y confirmé que Arecibo es el municipio más grande de la isla. “¿Cómo voy a encontrar una casa azul con cinco palmas detrás de tanto territorio?”, me pregunté. Parecía una misión imposible.
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Sin embargo, la vida te regala seres maravillosos que te ayudan a pensar. Llamé a mi amigo Juan Carlos, quien tiene la virtud de ver lo que nadie ve. Le expliqué mi dilema, y me dijo: “Tal vez doña María le llama ‘municipio’ a la alcaldía”.
¡Pero, claro! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Es una expresión común, referirse a la alcaldía como ‘el municipio’. ¡La casa tiene que estar detrás de la alcaldía de Arecibo!
Con esa recuperada confianza, me lancé hacia la Villa del Capitán Correa. Llegué a media mañana y me estacioné en la plaza. Sentí que estaba en un pueblo fantasma: no había un alma por todo aquello. Las calles estaban vacías; las tiendas, cerradas. Claro, era un día feriado, pero me sentía en medio de una película de suspenso y misterio.
Identifiqué la alcaldía y me dirigí hacia la parte de “atrás del municipio”. Allí encontré una antigua logia, que aparentaba estar abandonada. Miré hacia las dos direcciones de la calle. A mi derecha, a unas 100 yardas, pude divisar una casa azul con varias palmas al frente…
Casi corrí hacia ese lugar; conté las palmas: ¡eran cinco! La casa de dos pisos, de cara al mar, ¡era azul! En el balcón de la segunda planta, un hombre de pelo blanco me observaba.
“¿Aquí vive doña María?”, le grité, olvidándome de mis buenos modales.
“Yes”, me contestó el señor. “She is my mother”.
“¿Dónde está? WHERE IS SHE!?”, le dije con el corazón acelerado.
“She is New York for the holidays”.
Su respuesta fue un balde de agua fría.
Le expliqué, con mi inglés goleta, toda la historia. El hombre bajó a la calle y se presentó: “Soy Gerald ‘Jerry’ Ocasio, el baloncelista”.
Resulta que Jerry es parte de nuestra historia deportiva: fue un destacado atleta de varios equipos del Baloncesto Superior Nacional. Jugó con los Capitanes de Arecibo y fue reconocido por su gran habilidad defensiva. Representó a Puerto Rico en los Panamericanos de 1987 en que ganamos bronce.
Jerry me ofreció el número de teléfono de María. Sin titubear, la llamé de inmediato…
Al otro lado de la línea, escuché la voz de esta abuelita de 94 años. Sonaba tal cual me la había imaginado: dulce, cariñosa.
“¡Por fin llegaste!”, fueron sus primeras palabras.
Hablamos como si fuéramos amigos de toda la vida. “Me has hecho muy feliz”, me confesó al final. “Tengo ganas de llorar”.
“Usted es quien me ha hecho feliz a mí”, le aseguré. “En el Día de Acción de Gracias quise agradecérselo en persona. Su carta, sus anécdotas, su alegría de vivir y su genuina bondad me hicieron recordar la verdadera esencia del puertorriqueño. Es que todos en esta isla, luego de un año complicado, necesitábamos este aire refrescante”.
Me despedí de doña María con la promesa de vernos en enero para escuchar, entre aromas de café, sus memorias de un Puerto Rico lejano que aún vive en ella…
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Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
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