El Q-Tips.

El hisopo de algodón que viste en el título es el nombre genérico que hace referencia a la marca Q-Tips, la cual, en algún momento de tu vida, habrás utilizado para limpiarte las orejas.

Me pregunto si le has dicho a tu pareja: “Mi amor, ¿dónde pusiste los hisopos de algodón?”

Lo dudo.

Todo el mundo dice Q-Tips.

Esto es solo un ejemplo de un fenómeno lingüístico fascinante llamado “antonomasia de marca”, que ocurre cuando una marca se convierte en el término genérico para designar un producto o servicio. Es la transformación de los nombres propios de marcas registradas en nombres comunes. Este proceso es un testimonio del éxito de la marca en el mercado, hasta tal punto que su nombre se convierte en la palabra genérica que todos usan para describir el producto.

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Si tienes necesidad de comprar pañuelos desechables, pones la palabra Kleenex en la lista del supermercado.

Si necesitas limpiar el piso con hipoclorito de sodio, buscarás el Clorox.

Cuando llenas las paredes de notitas en papeles adhesivos de colores, dices que vas a usar ‘Post-It’, otra marca registrada. No lo pensamos, lo decimos como si fuera un nombre común, pero no lo es.

¿Alguna vez has coloreado un dibujo mediante el uso de una cera de colores? Nunca. Desde que éramos niños usábamos Crayolas, que no es otra cosa que el nombre propio de una marca de crayones.

De igual manera, cuando hacemos dibujos usamos ‘Magic-Markers’, el nombre propio de una empresa de marcadores.

Si nos damos cuenta que cometimos un error, buscaremos el “Liquid Paper” para borrar el texto. Este nombre propio acabó sustituyendo al término genérico ‘líquido de borrar’.

Y si te gusta tirar ‘Frisbees’ como una actividad divertida, en realidad estás lanzando discos o platos voladores. Pero el nombre propio de la marca sustituyó el nombre genérico.

Es raro que la madre le pida al padre que vaya a la farmacia a comprar ‘pañales’; por lo general, se pide ‘Pampers’. Yo tuve cuatro hijos, así que llegó un momento en que mi apellido dejó de ser Paizy para convertirse en Pampers. Mi esposa me decía, constantemente: “Gabriel, ¡Pampers!”.

Sería lógico pensar que la marca que logra este fenómeno ha alcanzado el máximo éxito posible. Sin embargo, esta realidad presenta tanto oportunidades como desafíos para las empresas.

Desde una perspectiva positiva, cuando una marca se convierte en un nombre común, esto puede ser una ventaja competitiva considerable al convertirse en el referente dentro de una categoría. ¡La marca está en boca de todos!

No obstante, existe el riesgo de que estas marcas diluyan sus identidades y se vuelvan tan comunes que pierdan su protección legal como marcas registradas.

Un caso notorio es el de ‘Aspirina’, que en muchos países ha pasado a ser el término genérico para el ácido acetilsalicílico (¡qué trabalenguas!), aunque en algunos lugares todavía sigue siendo una marca registrada.

Ante esto, las marcas deben evitar ser víctimas de su propio éxito. Deben navegar entre el deseo de ser la referencia predeterminada para un producto, por un lado, y la necesidad de proteger su marca para evitar convertirse en un término genérico, por otro. Las empresas tienen que ser cautelosas y estratégicas para mantener su singularidad y la protección legal de sus marcas frente al peligro de convertirse en un término genérico, sin identidad propia.

¿Cuántas otras marcas conoces que han vivido esta transformación tan interesante? ¿Al decir sus nombres piensas en la marca registrada o piensas en un nombre genérico y común? Si es lo segundo, estarás ante un ejemplo de antonomasia de marca.

Es así.