El invento más importante
La realidad es que, si no existieran las palabras, la transferencia de conocimientos sería imposible.
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Algunos piensan que es la rueda; otros dicen que es el fuego; hay quienes afirman que es la luz eléctrica; no son pocos los que opinan que son las computadoras, la Internet y los teléfonos inteligentes.
Se equivocan.
El invento más importante, trascendental y revolucionario de la historia de la humanidad, pero por mucho, es lo que te permite ahora mismo leer esta columna: el lenguaje. Sin él, los otros inventos no hubiesen sido posible.
Lo tomamos por dado, porque hemos estado rodeados de palabras desde la cuna. Pensamos que es algo natural, que siempre ha existido, que es parte fundamental de nuestra condición humana.
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Nos equivocamos.
Las palabras no han sido eternas. Hubo un tiempo en que, simplemente, no existían. Es muy probable que nuestros antepasados en la lejana prehistoria usaban alguna forma más simple de comunicación, como gestos, expresiones faciales y vocalizaciones, algo parecido a lo que vemos en los primates hoy día.
Pero aquellos antiguos antepasados no eran capaces de articular palabras. Vivían sus vidas completas sin jamás pronunciar ni un solo término porque, simplemente, las palabras aún no se habían inventado. Tuvieron que pasar milenios antes de que los humanos comenzaran a crear palabras y a comunicarse de manera oral. Y fue este invento lo que hizo posible todo el progreso de la humanidad.
Piensa en que hubo un momento en nuestra historia en que las piedras, los árboles, las frutas, el cielo, las montañas y los mares no tenían nombre. Solo, tal vez, los señalaban con el dedo mientras emitían algún sonido, y ya.
Luego, con el pasar de los siglos, hace tal vez unos 400,000 años, comenzaron a crearse las primeras palabras. Con el tiempo, esas palabras iban tomando la forma de sustantivos, verbos, pronombres, adjetivos, adverbios, para construir oraciones completas y comunicar ideas más complejas.
Hace apenas unos 5000 años, esas formas de comunicación comenzaron a plasmarse a través del invento de la escritura, lo que permitió que las ideas y las palabras no se las llevara el viento, sino que permanecieran plasmadas y detenidas en el tiempo.
Con la llegada de la imprenta, hace solo unos 600 años, esas ideas fueron capaces de reproducirse de manera masiva para que una cantidad mayor de personas pudiese tener acceso a ellas.
Hace apenas unos 150 años, con la invención del telégrafo, las telecomunicaciones hacen su llegada para lograr transmitir mensajes entre humanos, de manera simultánea, en lugares distantes. Y luego, durante los últimos 60 años, la era de la comunicación digital ha estado presente para revolucionar la manera en que interactuamos.
Ya ves cómo ha evolucionado, cada vez con más rapidez, la expresión humana. En su base, es el invento de las palabras lo que ha hecho posible todas las demás formas de comunicación que conocemos.
La realidad es que, si no existieran las palabras, la transferencia de conocimientos sería imposible. No existiría el progreso, porque las nuevas generaciones no podrían aprender de la anterior. Sin palabras para describir y documentar técnicas, tradiciones y descubrimientos, cada generación tendría que redescubrir y reaprender.
Imagínate nuestra vida sin lenguaje, sin palabras, sin letras ni escritura. El texto ha sido fundamental para la preservación de la historia, las ciencias, las leyes y la literatura. Sin esta herramienta, la humanidad habría carecido de una memoria colectiva duradera, y el desarrollo de las civilizaciones se hubiese visto estancado.
No demos por sentado, pues, la existencia de las palabras en nuestras vidas. Apreciemos su valor y agradezcamos a nuestros antepasados por su creación.
El lenguaje es, sin duda alguna, el invento más importante de la humanidad...
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Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
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