Jamás pensé que escribiría una columna con tanto dolor y en tan poco tiempo, pues hoy, justo hoy, se cumple un mes desde la partida de Tata (mi abuela) a la casa del Padre, y precisamente este pasado sábado, 8 de junio, a las 11:52 a.m. mi tía Glorimar Mejías Rodríguez comenzó a vivir su pascua. Una muerte inesperada, de esas que te estrujan el alma, tan inesperada como fue la de mi papá hace tres años, de esas que te recuerdan que cada día hay que vivirlo como si fuera el último.

Mi tía es la persona más noble que he conocido jamás. Una mujer inteligente, solidaria, amorosa, soñadora, creativa, y por supuesto, una de mis principales admiradoras. Ella fue una segunda madre para mí, pues desde el día que nací estuvo siempre cerca de mi mamá, de mí y de mi hermana. Al no tener hijos, sus hijas somos mi hermana y yo, así que ella ha sido testigo y cómplice en nuestro desarrollo y caminar. Éramos sus nenas. Glori fue una mujer muy valiente que superó cada una de las pruebas que la vida le puso.

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Creo que de ella heredé el amor por la escritura, pues desde pequeña, recuerdo verla siempre escribir y escribir buenas historias. Cuando era niña pensaba que ella era mi hermana, porque la veía muy joven y siempre jugaba conmigo. El amor que sentía por nosotras era desmedido, al punto de ser la tía de todos mis amigos cercanos. Cada una de las experiencias que vivió le permitieron desarrollar esa sabiduría que la acompañó.

Perder en menos de un mes a dos de mis seres más amados me reafirma la importancia de valorar cada vez más la vida. La importancia de dejarle saber a los tuyos cuánto les amas. Así que esta columna precisamente es una invitación a la unidad familiar. Hablaba el sacerdote en la misa este domingo pasado sobre la importancia de cultivar la unidad, ya que, si nos hiciéramos conscientes del poder que se tiene al estar unidos, la vida sería más llevadera. De igual forma, esta experiencia me ha reafirmado lo que significa la muerte; una separación física, mas no espiritual. Tengo la certeza que todos los que ya no están en este plano terrenal se encuentran gozando de un lugar prometido.

En ocasiones nos concentramos en buscar culpables, cuestionar la voluntad de Dios, en lugar de abrazar las experiencias que nos permiten convertirnos en quienes somos. La muerte de mi tía Glori me inspira a compartir el valor de las tías y los tíos, y la importancia en la vida de los sobrinos. Los tíos son esos ángeles en la tierra que ayudan a los padres para que la crianza sea más llevadera. Mi tía Glori tenía 60 años. Su corazón dejó de latir, deseó irse a la casa del Padre al encuentro con su mamá, mi amada Tata.

Usted que me lee, si padece de alguna condición médica préstele atención, no hay nada más importante que vivir en salud. Aquellos que son cuidadores, ánimo, lo están haciendo bien, y aquellas personas que a veces se gastan o la fatiga espiritual les abraza, tomen una pausa, respiren, oren, mediten o simplemente escuchen el silencio para conectar con su propósito.

Al escribir estas palabras la imagen de mi abuela y mi tía se cruzan por mi mente, pero atesorando las bellas memorias que construimos juntos. Ahora toca abrazar y vivir con los que nos quedamos en la tierra trabajando por fomentar la unidad. ¡Gracias a todos por sus palabras de aliento!