El pasado miércoles, 31 de julio, los puertorriqueños nos levantamos con la ilusión de ver a nuestra nena jugar. Y digo nuestra nena, porque así cariñosamente muchos le decimos a la tenimesista utuadeña Adriana Díaz.

Adriana se robó el corazón de los boricuas desde la primera vez que nos representó. Debutó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014, donde conquistó cuatro medallas: dos de oro, una de plata y otra de bronce. En 2015, en los Juegos Panamericanos de Toronto, conquistó la primera medalla (bronce por equipo) para el deporte de tenis de mesa en la justa continental. Y luego participó en las Olimpiadas de Río de Janeiro 2016, cuando apenas tenía 16 años.

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Desde marzo pasado ocupa la posición número 9 en la tabla clasificatoria mundial del tenis de mesa, siendo la jugadora no asiática mejor calificada del mundo.

Nuestra Adriana, como siempre, lo dio todo en las Olimpiadas París 2024, al punto de estremecernos el corazón tras no conseguir los resultados esperados. El abrazo y llanto desconsolado junto a su papá y entrenador fueron sinónimo de cuánto anhelaba ganarle a su contrincante, pero sobre todo cuánta responsabilidad siente al ser de Puerto Rico.

Las primeras palabras de Adriana fueron: “Bien orgullosa de ser puertorriqueña y de representarlos. Realmente, lo siento por no poder continuar. Para mí es lo más lindo que me ha pasado en la vida. Espero en el futuro seguir logrando más cosas y seguir representándolos”.

Adriana, tenemos la certeza de que seguirás creciendo y brillando, al igual que tus compañeros miembros de la delegación olímpica puertorriqueña. Tu entrega, pasión, disciplina y compromiso patrio te convierten en un ejemplo de la juventud puertorriqueña. Créeme que pasarás a los libros de historia como la joven que siempre que llega a la cancha, une a un país.

Eres GRANDE, no lo dudes nunca. Y confía que somos muchos los puertorriqueños que vivimos orgullosos de ti.

Bladimir, ¡gracias! Gracias por ser ejemplo de un padre que apoya a su hija incondicionalmente. Somos testigos de cómo desde niña le has alimentado su sueño, pero sobre todas las cosas, la preparaste para verlo hecho una realidad. Eres ejemplo para la familia puertorriqueña. Demuestras que los padres tienen que estar para los hijos, y que el apoyo en cualquier disciplina que practiquen es fundamental.

Gracias por compartir a tu hija con toda una nación. Y gracias por el abrazo que le diste, que no tan solo es el abrazo de un padre a una hija, sino el abrazo de Puerto Rico para nuestra joven adorada a través de ti.

Mis palabras para Adriana se extienden para todos nuestros atletas que nos han representado tan dignamente. Que hermoso cada vez que nuestra monoestrellada ondea, que hermoso cuando vemos en la pizarra electrónica “PUR”, que lindo se siente ser puertorriqueños. ¡Gracias a toda nuestra delegación, porque con muy poco hacen TANTO! Gracias por dejar el corazón en cada uno de los eventos. Definitivamente, este 100x35 que mucha gloria ha dado para el mundo.

A los nuestros que todavía continúan representándonos, sepan que estamos en alma, corazón y oración con ustedes. Que cada uno de ustedes representa un pedazo de nuestra de tierra en suelo parisino. Lo están haciendo bien, créanme, y desde acá les apoyamos.

A nuestros políticos, ya que estamos en año de elecciones, por favor, incluyan en sus propuestas (que esperemos se traduzcan en acción), programas y fondos para solidificar la preparación deportiva de los nuestros. Los deportes son fundamental en un país, apostemos a ellos. La gesta no se puede quedar solo en la foto y el apoyo a través de las redes sociales, insisto: se tiene que traducir en ACCIÓN.

Querida Adriana, todavía te queda mucho camino por recorrer, descansa, disfruta tu gesta y, sobre todo, recibe el amor de TU gente. Eres una hija amada de esta patria, que NUNCA te quede duda de eso. ¡Te queremos!