Llegó julio. Nos encontramos en el inicio de la segunda mitad del año. Lo sé. Todos tenemos la impresión de que estos meses han sido, prácticamente, una década. El menú más variado no ha podido ser. Terminando las festividades de Reyes, la madrugada del 7 de enero, nuestra generación se levantó con una sacudida que no había experimentado. El terremoto, aunque de pequeña magnitud, arrojó daños considerables y aun provoca réplicas.

En febrero el cielo fue el escenario de unos meteoritos que escandalizaron a muchos. Mientras, en marzo, nos llegó la pandemia del coronavirus. El COVID-19 nos hizo ir a los libros de historia para repasar los sucesos de la gripe española que provocó la muerte de millones de personas.

El COVID-19 provocó que se implementara un toque de queda que nos obligó a quedarnos en casa. Sentimos que las libertades civiles quedaban atrás experimentando un régimen desconocido para todos. Entramos a una acelerada era virtual, haciendo vídeo-llamadas y hasta consumiendo contenido de entretenimiento e información de una manera distinta.

En ese encierro, nos enteramos que a Estados Unidos llegó una especie de abeja rebelde que ataca a la abeja doméstica, eliminándola. La sustituye y, según los científicos, es tan feroz que su veneno pudo provocar la muerte del ser humano. Oriunda de Japón, escuchamos cómo la comunidad científica dice estar preocupada por su desarrollo en la nación americana y, por ende, Puerto Rico.

Junio nos dejó como legado la nube de polvo del Sahara de los últimos 70 años. El aire se tornó insalubre y parecíamos vivir en pleno desierto. Para colmo, las lluvias de mayo no llegaron como se esperaba. Abril fue el mes más lluvioso. Gran ironía. Nuestros embalses sedimentados de manera acelerada, gracias al huracán María, no toleraban dos meses secos corridos y mañana, jueves, miles de abonados de la zona Metro entran en racionamiento. Experimentarán lo que ya sufren otros compatriotas en pueblos que se suplen de tomas de ríos. Lo trágico es que los embalses debieron de ser dragados y no se hizo en el momento en que debían. Ahora su capacidad de almacenamiento está comprometido con las consecuencias ya explicadas.

Para ponerle la tapa al pomo, tenemos la ineficiencia gubernamental. Aquí no se resuelve nada. Hemos tenido líos con almacenes de suministros, compras inadecuadas, improvisación, amiguismo rampante, falta de ejecución, faltas gerenciales, en fin, un amplio catálogo de tragedias con las cuales usted podría elaborar un manual de cómo usted no debe gobernar. Con todo esto nos preparamos para esta segunda mitad. La cartelera promete primarias y elecciones. El panorama político ya no es el mismo. Podríamos decir que los electores tampoco. Así que con gran curiosidad comenzamos este tramo. Bienvenido julio. ¡Sorpréndeme!