El mes de marzo marca un aniversario más de la llegada de la televisión a Puerto Rico. 68 años han pasado desde que Wapa Televisión y WKAQ Telemundo salieron al aire por primera vez.

Desde entonces, la vida de los puertorriqueños quedó marcada por este medio que ofrece imagen y sonido de manera simultánea. El mundo se hizo más pequeño. A través de la pantalla, llegaba a nuestros hogares información y entretenimiento. Esa maravillosa caja se convertiría de inmediato, en parte de nosotros.

Son muchos los rostros y nombres que tienen una hoja de importancia en la historia del medio. Sin embargo, me quiero concentrar en uno en particular. Su centenario se celebró hace unos días y siento que no se le ha hecho la justicia que merece. Hablo de Tommy Muñiz.

Este ponceño llegó al mundo en el seno de una familia que también se sintió atraída por el mundo de la comunicación. Su padre fue radiodifusor y publicista. Así que no era de extrañar que Tommy se sintiera llamado por lo que, prácticamente, recibió a través del biberón.

No empece a esta relación, Tommy forjó su propio rumbo. Su talento descolló de inmediato. Lo mismo actuaba que escribía. En ambos lo hacía con calidad. La radio brindó el primer escenario para que el genio creativo de Tommy diera rienda suelta. Ahí nacieron sus primeros programas, que poco a poco afinaría, hasta llevarlos de manera perfeccionada al nuevo medio videoparlante.

En el principio, realizaba trabajos simultáneamos en Wapa y Telemundo. Poco a poco fue estableciéndose en el canal 4 y ya para el 1961 tenía todas sus producciones allí. Por dos décadas, el canal de Guaynabo acunó sus sueños.

Sin embargo, era imposible controlar ese genio creativo en un solo lugar. Se aventuró a comprar su propio canal; el canal 7. Tenía también su propia radioemisora. Tommy apostaba al talento boricua y aunque su bolsillo era más humilde que el de los canales veteranos, que estaban conectados a grandes empresas del norte, no se amilanaba ante el reto.

Como teledifusor dejó a un lado el interés económico y prestó su señal para que se transmitieran en vivo las vistas del Cerro Maravilla. Los puertorriqueños tuvimos el beneficio de ver en vivo y a todo color una investigación legislativa en la sala de nuestros hogares. Al final, resultó ser la más importante investigación realizada por la Asamblea Legislativa. Se descubrió la conspiración en la cual la Policía se confabuló para engañar, entrampar y asesinar a dos jóvenes independentistas.

Por ese servicio, Tommy sufrió persecución y boicot económico por parte del gobierno. Nunca se arrepintió y se sentía satisfecho de haber colaborado con la verdad.

Tomás Muñiz hijo, produjo novelas, teatro y toda diversidad de proyectos y programas. Fue destacado libretista y como actor, hizo de todo. Es el protagonista del único filme local nominado a un premio Oscar. Ayudó a forjar el camino de muchos actores, artistas, técnicos y otros. No llegó a amasar una gran fortuna, pero murió con las botas puestas. Retó hasta el final a una enfermedad que, tras intentarlo e intentarlo, nos lo arrebató en el año 2009.

Pienso que los pequeños homenajes rendidos en su centenario quedaron cortos.

El país tiene una enorme deuda con este caballero que, por largas décadas, contribuyó a realizar un mejor país. Su partido fue Puerto Rico y su religión la gente. Ese servicio yo no lo olvido. Por hombres como Tommy Muñiz hoy puedo estar en los medios. No tengo abolengo, ni padrinos. Llegué por mérito. Igualito que muchos hombres y mujeres que recibieron esa oportunidad de Tommy.

En este mes tan especial para la industria de la televisión, siento a don Tommy tan presente como otros.

¡Gracias!