“Al señor Santa Claus, que a Belén no llegó; se ha aprovechado de esta situación!”.

Así reza una de las estrofas de la canción “La protesta de los Reyes”, que se popularizó en los años 70 en las voces de Davilita y los Rodríguez, Pellín y Felipe. Cada vez que llega la Navidad y alguien me pregunta por mi afinidad a la fiesta de los Reyes, le contesto con esa estrofa.

La próxima semana se celebrará en Puerto Rico el día de Navidad y es inevitable hablar con alguno que otro sobre esta controversia. Nuestra isla es una deliciosa mezcla de festividades. Comemos pavo en Acción de Gracias, al igual que en Estados Unidos. Asimismo, le llevamos serenatas con mariachis a la Virgen de la Guadalupe de Ponce, tal como lo hacen en México.

Pero considero que en Puerto Rico, los Reyes Magos son más que una tradición. Son una expresión cultural que nos conecta con nuestras raíces, nuestra fe e historia como pueblo.

Cada 6 de enero, las familias puertorriqueñas se reúnen para celebrar esta festividad que, a pesar de los embates del tiempo, sigue viva y vibrante. Pero, ¿qué sabemos realmente de los Reyes Magos? ¿Qué hay detrás de esas figuras que hemos venerado desde nuestra niñez?

Según el Evangelio de Mateo (tranquilos, no me voy a poner religioso), los Reyes Magos eran sabios que vinieron de Oriente guiados por una estrella para adorar al niño Jesús y ofrecerle tres regalos: oro, incienso y mirra. Aunque no se especifica cuántos eran, ni sus nombres, la tradición cristiana posterior les asignó tres identidades: Melchor, Gaspar y Baltasar, representando a Europa, Asia y África, respectivamente. Estos nombres no aparecen en la Biblia, pero se convirtieron en parte del imaginario colectivo y, en la isla, le incluimos una variante. Identificamos a Melchor, como el rey negro, cuando en el resto del mundo es Baltazar.

Ahhhh y no es la única variante. La tradición de los Reyes tiene raíces profundas en nuestra herencia española. Sin embargo, aquí se ha adaptado de una manera única, mezclándose con influencias africanas e indígenas. Por ejemplo, la práctica de recoger yerba para los camellos o caballos no es universal, sino una costumbre particularmente caribeña.

El pasado diciembre viajé con un grupo hasta la ciudad de Colonia en Alemania. Según la tradición, los restos de los Sabios de Oriente, como también se les conoce, descansan en una urna justo detrás del altar. El día que fuimos a visitar el lugar, se efectuaban confesiones y la zona estaba cerrada a los turistas. Así que me tuve que conformar con verlos de lejos. Sin embargo, confieso que me emocioné como si tuviera seis años.

Más allá de la religión o de la nostalgia, los Reyes Magos nos recuerdan valores universales como la generosidad, la fe y la unión. Nos invitan a reflexionar sobre lo que significa dar sin esperar nada a cambio y a recordar que nuestra identidad como pueblo se construye sobre la riqueza de nuestras tradiciones.

Hoy, en medio de tantos retos como país, es crucial que sigamos compartiendo estas historias con las nuevas generaciones. Porque, al final, más que los regalos o las fiestas, lo que queda es el mensaje: uno de esperanza, amor y conexión con nuestras raíces.

Además, ellos sí llegaron a Belén y adoraron al niño. ¡El gordito pipón, no!. Así que me confieso team Reyes.