Llevamos 40 años resbalando en lo mismo. La violencia, la criminalidad campea por su respeto. Increíblemente vemos cómo las fórmulas utilizadas hasta ahora no resuelven. Hemos utilizado la Mano Dura y el Castigo Seguro como slogans más que medicina y aunque se ven fluctuaciones estadísticas, el problema sigue vigente. 

La modernidad, así como la tecnología, permite que cada ciudadano tenga en sus manos una cámara de televisión en su teléfono móvil. De esa forma, cada incidente violento, asesinato, tiroteo, regateo, agresión, etc. queda grabado y divulgado a través de las redes sociales. 

Antes usted veía en el telediario la escena criminal. El acto consumado. Ahora el celular permite registrar cada detalle. 

La violencia llegó a nuestro cuarto en escenas que superan la de las series de Netflix. La ausencia de policías, el desánimo entendible de muchos oficiales que hacen de tripas corazón con lo que tienen y con un retiro que es para llorar, han envalentonado a los maleantes a ampliar sus horarios de operación.

Lo que antes hacían bajo el manto de la noche, ahora ocurre a cualquier hora y en cualquier lugar. No importa si tienen civiles inocentes presentes, no importa que alguien los grabe. Aquí impera la ley del revólver como si viviéramos en el lejano oeste.

Esta es la realidad del Puerto Rico de 2019 amplificada por la percepción. Este segundo punto es peor. La gente no cree en las estadísticas ofrecidas por el Estado, esas que sacan en la conferencia para contrarrestar el fin de semana violento que se reportó en los diarios o la radio.

Juan del Pueblo levanta el bembe como el viejito del fiao, al tiempo que dice en entre dientes: “¡Eso lo manipulan, compay!”

Bravo, políticos. Su semilla de años de desconfianza germinó. La credibilidad se la llevó el demonio.

El actual incumbente en el Palacio de Santa Catalina, Ricardo Rosselló, convocó a una cumbre para hablar del dichoso tema. ¿Una cumbre? Hace más de 20 años su padre hacía cumbres por doquier para hablar de cuanto tema estuviese de moda. Pregunto: Where is the beef? ¿Qué se ha resuelto? Nada. 

Cada cuatro años diversos hombres y mujeres se ofertan para dirigir nuestra Isla. Como parte de sus campañas hablan de sus plataformas, presentan distinguidos hombres y mujeres con credenciales impecables en una variedad de temas, incluido el de combatir el crimen. Presentan ese documento como si fuera una biblia, que al ser abierto tiene el contenido mágico para cualquier problema. Ganan las elecciones y no ejecutan. 

Aquí la medicina actual fue crear una sombrilla. Un Departamento de Seguridad Pública que es capitaneado por una persona cuya imagen recibe el rechazo mayoritario de la sociedad, y no goza del respeto ni de la confianza de sus supervisados. Ello de por sí es un problema. A la hora de ejecutar lo que sea, ya tiene la etiqueta del fracaso. 

El problema de la criminalidad tiene raíces en la desigualdad social de la Isla, lo que permitió que germinara la semilla del narcotráfico y su sucio dinero. Ese dinero llegó a todos los niveles, formó un gobierno paralelo.

El jefe del punto es hasta más importante para los del residencial o la barriada, que el propio alcalde. Resuelven a los de abajo y soban a los de arriba. 

Esto está estudiado hace años, está documentado. Existen profesionales que han escrito libros y propuestas, es hora de escucharlos, es hora de romper los papeles del plan.

Insisto. Llevamos 40 años resbalando mojado, patinando en el mismo sitio. O nos atrevemos a realizar cosas radicales, totalmente distintas o nos acabamos de hundir. El llamado es para todos. El Gobe no puede estar solo. La clase política tiene que hablar en una sola voz, aunque sea solo en este tema. Si no metemos mano, no tan solo quedarán asesinados hombres y mujeres, también quedará asesinado el clima de inversión y el turismo, importante motor de nuestra alicaída economía. Ya veremos...