En días recientes, se ha hecho viral una imagen de Jesucristo creada por la “dichosa” inteligencia artificial. La “foto” se basó en la imagen impresa en el llamado manto de Turín o Sábana Santa.

Ese manto es considerado como una reliquia valiosa, particularmente por la iglesia católica. Aunque, su origen lleva años debatiéndose. La comunidad científica permanece inmersa por décadas, en la discusión sobre el posible origen. Planteándose toda una variedad de artículos, que van desde la defensa férrea de que es la sábana con la cual arroparon al crucificado, o hasta que se trata de un artículo falsificado de la era medieval.

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Pero en estos momentos, no dirijo mis cañones a la sábana y su veracidad. Me concentro en la foto que se reprodujo. Por siglos, el ser humano ha querido caracterizar a Jesús. En el pasado se ha utilizado el arte y la pintura para producir la imagen del hijo de Dios.

Los europeos le imprimieron sus características faciales, olvidando el origen palestino de Jesús. Es por ello que su rostro aparece perfilado, de pelo castaño y ojos claros. Rasgos bastante escasos en la región donde nació y se crió. En ocasiones, Jesús fue “pintado” flaco y débil. Realmente pienso que esa imagen debe estar lejos de lo que fue su realidad. Pues está claro que José, su padre terrenal, era carpintero de oficio, cual también ejerció Jesús y que requería cierta fortaleza física.

Pero claro, tampoco pretendo debatir las interpretaciones artísticas de pintores y escultores, quienes fueron guiados por los prejuicios o creencias de sus respectivas épocas.

Sobre la foto creada por la inteligencia artificial, conversé con varios amigos. Uno de ellos fue mi compadre Otto Oppenheimer, hombre acostumbrado a navegar por el mundo de la tecnología.

Advierte Otto que la inteligencia artificial no puede crear de la nada. Se basa en lo que ha visto o tenido acceso de ese amplio mundo de la internet. Con perpleja complejidad, esa inteligencia artificial accede al amplio caudal de datos que existe y lo utiliza en su favor.

Así que por más impresionante que resulte una imagen o foto creada por inteligencia artificial, no se puede perder de perspectiva que esa inteligencia fue guiada por humanos y que a su vez tuvo acceso a “x” número de rostros de personas con barba y otras características similares.

Con esos datos analizó la imagen impregnada en la sábana y ¡pum!; reprodujo la controversial foto.

A lo largo de su historia, el hombre ha tenido la necesidad de caracterizar lo que cree. Las imágenes han canalizado visualmente sus creencias. Todos las culturas han representado a sus dioses de alguna forma. El cristianismo no ha sido la excepción. Gracias a esto, contamos hoy día con impresionantes iglesias que “sin querer queriendo”, como decía el Chavo del Ocho, son museos de una extraordinaria expresión artística.

Ahora con la inteligencia artificial buscamos saciar la misma curiosidad. ¿Realmente el hombre más importante de la humanidad se veía así? ¿Quién sabe? Posiblemente, la foto es una mera aproximación. Posiblemente es como explica Otto. La imagen es la representación de todos los datos que consiguió “la inteligencia” para plasmarlos en su producto final.

La propia Biblia habla que los apóstoles confrontaron problemas para reconocer al resucitado. Estaba cambiado. Al final del camino… la foto no es lo importante.

Tampoco lo son las imágenes que a lo largo de su vida, usted como persona, ha visto. Lo importante es la enseñanza. La palabra más penetrante para un ciudadano es la más corta. Esa palabra es ¡fe!. Esa en la que nos apoyamos. La que nos enseñó el Libro. La que el Padre dijo que abrazáramos en momentos de desesperanza o tribulación. Esa es la que usted debe apreciar.

Esa enseñanza no es artificial. La que produjo la inteligencia posiblemente sí.