No es raro encontrar en las carreteras del País algún letrero que advierte sobre la posibilidad de que, en caso de lluvias, la zona a transitarse resbale cuando el pavimento esté mojado.

Por más que se rotule y se esmeren en poner letreros grandes con la advertencia, no se evita que de manera frecuente alguien venga y se reviente por conducir a una velocidad mayor a la estipulada.

Esto provoca accidentes de variadas magnitudes, sin excluir accidentes fatales. 

En la política ocurre algo similar. Por más que se oriente a los funcionarios públicos a través de la oficina de Ética Gubernamental, el Contralor e incluso Justicia, vemos con tristeza como las advertencias caen en oídos sordos.

Repetidos esquemas fraudulentos salen a la luz llevándose de por medio a personas que, en su momento, se consideraban honorables.

La avaricia es cosa mala. Nunca faltará el labioso que les vende el esquema perfecto que va a permitir que determinada cantidad termine en los bolsillos del funcionario público, sin que nadie se dé cuenta. ¡Sí Pepe!

Hoy en día rastrear el dinero público no es nada difícil. Lo peor es que, aunque traten de disfrazarlo como lo más legal posible, la glotonería los va a traicionar quedando en evidencia su torpeza vestida de delincuencia. 

Lo sucedido ayer en el esquema denunciado por Rosa Emilia Rodríguez en la fiscalía federal vuelve a herir la retina.

Una jauja de más de $10 millones fueron distribuidos en amigos del alma.

Sí, aún queda un rabo del combo del cuatrienio pasado que tiene una placa en el Hall of fame de la corrupción con Anaudi Hernández.

Una vez más, dinero mal habido terminó en manos del partido. Hablamos de dinero perteneciente al Departamento de Educación, que tanta falta hace. Aunque de manera incidental había que mojar las arcas del ente que los agrupa y permitió el conocerse.

A través de la cofradía de los partidos se hacen las conexiones que permiten hacernos panas y luego terminan en el rasca y rasca, que beneficia la cuenta bancaria personal. 

Ramón Orta era un hombre talentoso, tenía liderato, así como dominio administrativo. Lo había demostrado en el COPUR y como ayudante de David Bernier. Ese talento quedó desperdiciado. 

El esquema gansteril quedó culminado con denuncias de boquetes o escondites secretos en la casa de Miguel Sosa, quien fuera el director de finanzas de la campaña del Partido Popular, para esconder dinero u otras cosas.

Toda una novela. Si así actuó en lo personal, no quiero imaginar de lo que pudo haber sido capaz a la hora de levantar fondos para una campaña política. 

Quisiera pensar que esta es la última camada de unos esquemas de corrupción que ya han contribuido a la debacle de lo prestigioso que era servir al País. 

Sin embargo, tengo que ser honesto con usted. Al igual que ocurre en las carreteras, por más letreros de advertencia que se pongan, no faltará algún idiota que quiera pasarse de listo y terminará estrella'o con un mameluco anaranjado y una Biblia debajo del brazo.

Mientras tanto, los partidos seguirán cuesta abajo como Gardel, perdiendo el apoyo ciudadano cada día.

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