Cuando enfermarse era más sencillo
Esas enfermedades con nombres rimbombantes no existían o, al menos, no nos enterábamos tan rápido.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Esta era moderna es muy complicada. Esa frase llegó a mi mente en estos días, mientras laboraba en la redacción de Noticentro.
Atendía los asuntos del llamado coronavirus, esa novel enfermedad que acapara titulares y siembra el terror en todo el planeta. Ahora todo es un síndrome, un brote o, peor aun, una pandemia.
Hace 40 años mi mundo y el de los míos era muy sencillo. Esas enfermedades con nombres rimbombantes no existían o, al menos, no nos enterábamos tan rápido. De igual forma, poco importaba en nuestro quehacer diario. Uno tenía que esperar a las 5:00 o 6:00 de la tarde para ver las noticias, o leer el periódico al otro día.
Las noticias y el cuchicheo, más lo segundo que lo primero, no viajaban tan rápido al no existir las redes sociales.
Antes, la gente se enfermaba de manera sencilla. Te daba un catarro “pendejo” o te daba la monga. Si era fuerte, tenías “la rompe huesos”. No era complicado el argot médico de entonces. Hasta morirse era más fácil. Todo el mundo se moría, de repente. Las personas entendían lo que tenías al mencionarle tu condición. Además, nadie hurgaba detalles de la muerte, pues el “de repente” bastaba.
Las enfermedades se atendían con “teses” y jarabes. Eran la cura perfecta. Lo más serio de aquella época era el dengue. ¡A eso sí que todo el mundo le huía! En la temporada de dengue, se esperaba el camión fumigador con su nube venenosa para acabar con los mosquitos. Total, su desaparición tardaba solo horas, pues al otro día, ya los mosquitos estaban jorobando encima de uno.
Ahora las condiciones médicas parecen un desfile de modas. Cada una tiene su peculiar nombre y su año de debut. No todas llegaron a nuestra isla, pero los medios le dieron difusión. El internet propició también la atmósfera perfecta para sazonar el ambiente siniestro.
En el 2001, el terror lo sembró el ántrax. Parecía un nombre sacado de alguna novela de espionaje. No duró mucho el susto, pues en el 2002 se difuminó la fiebre del Nilo. ¡Hasta exótico sonaba! Para el 2003, el escenario fue ocupado por el sars. Las teorías de conspiración ocuparon el espacio de la especulación. Nadie entendía lo que pasaba.
En el 2005, se hablaba de la gripe aviar. Esta condición produjo muertes a nivel mundial. Mientras que para el 2009, el escenario fue ocupado por la gripe porcina. ¡Ja! Era como la venganza de los cerditos, tras haber sido uno de los platos principales de la cocina internacional.
En el 2014, hubo un fuerte brote de ébola. ¡Eso sí, que sonaba apocalíptico! Fiebre, diarreas, vómitos, sangrado era la descripción de una terrible muerte. En fin, era como la perfecta descripción de la antesala a una saga de zombies. Mientras el mundo estaba aterrizado, nosotros sufríamos con las coyunturas adoloridas gracias al chikungunya. Nuestros mosquitos ahora no tan solo transmitían dengue, ahora también esa dolorosa condición.
No bien salíamos del chikungunya, la isla escucharía hablar del zika en el 2016. Los mosquitos entraban en acción otra vez. Su picada transmitía resultados nefastos para las embarazadas.
Este resumen arroja un poco de lo que este siglo 21 ha puesto en el panorama. El mundo está complicado. De esa forma, vuelvo y entro al tono reflexivo en el cual considero que mi niñez fue chévere, pues nos enfermábamos solo de catarros, mongas o dengue.
Egresado de la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico y con una experiencia de 28 años en el campo del periodismo. Labora como reportero de NotiCentro y es el ancla de la Edición Estelar. Moderador del programa “Normando en la Mañana” de Noti Uno 630 y desde el 2011 columnista del periódico Primera Hora. Desde el 2013 produce y dirige el programa Ahí Está la Verdad por Wapa Televisión. Padre de seis hijos y orgulloso hijo del pueblo de Utuado.
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