Un amor que trasciende el caserío...
El proyecto cinematográfico Por amor en el caserío persigue un ideal, quizá inalcanzable, pero digno de admiración.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 11 años.
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A veces la historia detrás de la película es más interesante que lo que esta cuenta. Tal es el caso de Por amor en el caserío, largometraje puertorriqueño que llega el jueves a los cines de la Isla, aunque esto no debe ser tomado como un señalamiento en su contra, sino la razón primordial por la que su estreno debe celebrarse.
Antes de proseguir, quiero dejar claro que lo que leerán a continuación no es una crítica de la película. No escribí una debido a que solo he visto el “workprint”, corte inicial que todavía requería de mucho trabajo de posproducción, por lo que hubiera sido injusto criticarlo formalmente. Sin embargo, en la copia que vi hace unos dos meses encontré suficientes motivos para invitarlos a ustedes a que le den una oportunidad, no porque sea una producción local, sino por lo que esta representa.
Por amor en el caserío llega al cine bajo la dirección de Luis Enrique Rodríguez y el guión de Antonio Morales, dramaturgo detrás de la obra teatral homónima que ha sido puesta en escena en la Isla más de 500 veces desde su estreno en el 2001. Morales -nacido y criado en el residencial Luis Llorens Torres, donde se desarrolla la cinta- comenzó a escribir la obra a los 16 años tras la muerte de su madre, usuaria de drogas, y mientras su padre se encontraba en prisión federal por narcotráfico. Su intención era encomiable: invitar a sus vecinos a reflexionar sobre su realidad y encontrar la manera de escapar del patrón de violencia.
En papel, el libreto de Morales no es nada más que Romeo & Juliet desarrollada dentro del escenario de un residencial público donde dos bandos rivales pelean por el control del punto de drogas y, en su centro, una pareja de desventurados amantes lucha contra las fuerzas del destino. La película cuenta con todos los convencionalismos que se pueden esperar de una historia centenaria que ha sido reinterpretada y reinventada miles de veces en distintos medios, pero la familiaridad con el clásico de William Shakespeare trabaja a su favor, pues permite obviar el argumento central y enfocar la atención en el comentario que Morales desea hacer acerca de lo que fue y sigue siendo su entorno.
Al igual que en el escenario, los jóvenes que aparecen en pantalla son residentes del caserío que respondieron al llamado de Morales y montaron la obra que ahora aspira a expender sus horizontes en el séptimo arte. Cabe tener esto en mente mientras se ve el filme pues muchas de las experiencias que presenta no fueron solo vivencias del autor sino de elenco, entre ellos Xavier Morales, hermano de Antonio, en el papel del Romeo, y Anoushka Medina, como la Julieta. Medina, en especial, ofrece un emotivo monólogo que llega inesperadamente y sacude con su poder interpretativo. Según me contó Morales personalmente, la historia del personaje de Medina es muy similar a la de ella, algo que añade otro nivel de profundidad a su trabajo y lo hace aún más conmovedor.
El estreno de Por amor en el caserío va más allá de intereses comerciales, pues persigue un ideal. Sus raíces se remontan al neorrealismo italiano, cuando actores sin experiencia mostraron la cruda realidad de un país destruido por la Segunda Guerra Mundial y se usó el cine como herramienta para sanar y promover un cambio social, meta que ya ha logrado a menor escala y pretende -quizá ilusoriamente- promulgar por todos los rincones de un país cada vez en mayor necesidad de esperanza.
En lo personal, cualquier proyecto que impulse el cine como un camino viable para la juventud y que inculque el amor por las artes, contará con mi más entusiasta aprobación.