UC: The Friends of Eddie Coyle
El inigualable Robert Mitchum interpreta uno de los últimos grandes papeles de su asombrosa carrera.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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Eddie “Fingers” Coyle es un delincuente de poca monta en el ocaso de su vida, y esto incluye su faceta criminal. Quizás alguna vez fue un hábil ladrón, pero sus mejores días están en el retrovisor, el mismo en el que observa repetidamente los delitos pasados de los que ahora es cautivo. Su último –un atraco a un camión por el que fue arrestado- lo tiene entre la espada y la pared, enfrentando una condena que podría restarle los mejores años que aún le quedan, a menos que colabore con las autoridades y les ofrezca información que dirija al arresto de criminales prominentes. O sea, todo lo contrario a él.
Para interpretar a Coyle en The Friends of Eddie Coyle (1973), el director Peter Yates (Bullit) recurrió a Robert Mitchum cuando el actor rondaba los 50 años. Mitchum encarna el papel como la sombra de aquella figura que cundió el terror en Night of the Hunter (1955): un hombre vencido, aferrado al único salvavidas que irónicamente podría acabar con ella. A pesar de ser el protagonista, su tiempo en pantalla es limitado, subrayando el sentido de que se trata de alguien de poca importancia aun cuando está siendo interpretado por una de las mayores leyendas de Hollywood. Mitchum sobresale hasta como un don nadie del bajo mundo.
Yates nos sumerge en la mugre de la ciudad de Boston de los 70 y nos rodea de las ratas que la habitan en ambos lados de la ley con una puesta en escena que –al igual que el protagonista- no persigue llamar la atención a través de acción, persecuciones y tiroteo, sino mediante tensos silencios (las primeras dos secuencias de atracos a bancos son una clase maestra de narración visual), extensas conversaciones y nebulosas negociaciones. La actuación de Mitchum es la pega que une todo y le da al filme el peso emocional de un hombre que se debate entre asumir las consecuencias de su pasado o traicionar todo lo que este representa dentro de su compás moral.
El reparto es igualmente impresionante, compuesto por un puñado de caras que hacen decir “yo he visto a ese tipo antes” pero no se sabe exactamente dónde ubicar su rostro. El gran Peter Boyle (Taxi Driver, Young Frankenstein) hace de un intermediario entre Coyle y los otros criminales que solicitan sus conexiones para conseguir armas. También es un frío matón capaz de apuñalar por la espalda incluso a su hermano. Alex Rocco (Moe Greene en The Godfather) es sumamente intimidante como del líder de la ganga de asaltantes de banco y Richard Jordan (Logan’s Run) hace del policía corrupto que busca sacarle información a Coyle para ascender en los rangos del departamento.
The Friends of Eddie Coyle está empapada en atmósfera “setentosa”, desde la banda sonora jazzeada de Dave Grusin hasta el final que resuelve el argumento de la manera más real posible. Yates presenta el mundo criminal sin una pizca de romanticismo y sin las exuberancias que veríamos una década después en filmes como Scarface. Uno no quiere ser como ninguno de estos personajes ni tener lo que ellos tienen, porque en realidad no tienen nada.
El disco
La excelente imagen del Blu-ray en resolución 1080p y formato 1.85:1 probablemente sea lo más cercano que lleguemos a ver The Friends of Eddie Coyle tal y como se vio en su presentación original en 1973. La copia retiene una visible capa del grano del celuloide que la agrega carácter a la experiencia y no noté ninguna señal de deterioro en ella. El audio se puede escuchar en una pista en inglés LPCM Mono 1.0 que funciona perfectamente bien para una película en la que predomina el diálogo.
En cuanto a los suplementos… digamos que no es uno de los mejores lanzamientos que ha realizado Criterion. Solo tenemos una pista de comentario con Yates, una colección de fotos y un panfleto de 44 páginas que contiene un ensayo escrito por Kent Jones y una apreciación de Robert Mitchum de la autoría de Peter Boyle. Siendo justos, ¿cuántas veces vemos los extras? Aquí el verdadero tesoro lo son la película y su nítida presentación, y ambas hablan por sí solas.