Sé que es sumamente temprano en el año para estar declarando semejantes cosas, pero aquí va: el próximo mes de diciembre, muchos miraremos hacia atrás y recordaremos a The Lego Movie como uno de los mejores ratos que pasamos en el cine en el 2014. Quizás -incluso- como una de las mejores películas. Palabras grandes, lo sé, y soy de los que vira los ojos hacia atrás cada vez que veo a algún crítico citado en el tráiler de un estreno de marzo exaltándolo como “La mejor película del año”, pero hay tanto que amar en este colorido mundo animado que me atrevo a pecar de hiperbólico.

¿Cómo un filme basado en esos bloques de construcción daneses puede ser tan divertido? ¿Cómo lo que en esencia es un juguete inerte puede estar tan lleno de vida? La respuesta tiene nombre y apellido. Dos, para ser preciso: Phil Lord y Chris Miller, el dúo de directores y guionistas que nos dieron las excelentes comedias Cloudy with a Chance of Meatballs y 21 Jump Street. La primera es una cinta animada familiar, la segunda una comedia picante para adultos, dos extremos entre los que gravitan ambos cineastas y en cuyo centro se halla la clave de su éxito.

El alocado e inventivo sentido del humor de Lord y Miller es infantil sin ser tonto, pero además es lo suficientemente adulto sin llegar a ser ofensivo. Su entretenidísimo guión cuenta con tantos chistes por minuto que es imposible asimilarlos todos de una sentada, pues a veces las carcajadas que provocan son tan fuertes que no permiten escuchar el que viene inmediatamente después. Y justo cuando parece que todo es pura risa y diversión, la historia crece y se convierte en una conmovedora celebración de la imaginación y la creatividad.

En este ultra ordenado mundo de Lego (palabra que no se menciona ni una sola vez en el largometraje), un ordinario obrero -de nombre “Emmet” (Chris Pratt)- descubre que él es el profético elegido que puede detener los planes del malvado “President Business” (Will Ferrell) de poner a todos los ciudadanos a dormir. En su cruzada tendrá de aliados a un viejo hechicero (Morgan Freeman), una maestra constructora (Elizabeth Banks), un robótico pirata y a Batman (Will Arnett), personaje que casi se roba la película y se consagra como una de las mejores versiones cinematográficas del superhéroe.

La animación es fabulosa, alcanzando unos niveles de foto-realismo tan sorprendentes que resulta difícil creer que se trata de animación hecha en computadoras y no “stop-motion”. Las llamativas imágenes son puestas al servicio de Lord y Miller, cuyo estilo es tan energético que a veces parece que perderán el control de su argumento cuando en realidad tienen pleno dominio del mismo. Ambos colman la pantalla de tantos ingeniosos detalles y chistes visuales que aseguran que The Lego Movie tan solo se pondrá mejor y mejor cuando la revisitemos en múltiples ocasiones en formato casero -y no necesariamente porque nuestros hijos nos pidan que la pongamos- para saborear cada pieza de su fantástica creación.