El director James Wan conoce los placeres del horror, género en el que se ha destacado en los últimos años con películas como Saw, Insidious, The Conjuring y su secuela, The Conjuring 2, que estrena hoy en la Isla.

La habilidad con la que el cineasta se esmera por confeccionar una escalofriante atmósfera dentro de la sala de cine evoca a los clásicos de los años 70 y 80 dirigidos por Wes Craven, John Carpenter y Toby Hooper, entre otros, pero su estilo es muy particular y reacio a simplemente repetir los clichés de este tipo de oferta cinematográfica. Verlo trabajar es similar a ver un show de magia en el que sabemos que el mago eventualmente sacará una paloma o conejo del sombrero de copa, solo que Wan sacaría un murciélago e inmediatamente se lo lanzará al público.

La clave de su éxito reside principalmente en cómo adelanta o pospone un sobresalto por uno o dos segundos más allá de lo esperado. Usted sabe que el susto viene, pero llega antes o un poco después de la norma. Wan logra esto adueñándose de nuestra atención como si nos tuviese a bordo de una de esas machinas que recorre los interiores de una casa embrujada, manteniéndonos a la expectativa en todo momento. La inquieta cámara rara vez se detiene mientras se traslada de un cuarto a otro dentro de la casa maldita en la que una fuerza endemoniada aparenta haber poseído el cuerpo de una niña, y su salvación recae una vez más en la experiencia paranormal del matrimonio compuesto por “Ed” y “Lorraine Warren”.


Al igual que su predecesora, The Conjuring 2 basa su trama alrededor de uno de los casos más notorios que estos verdaderos expertos sobrenaturales confrontaron durante la década del 70, esta vez en Inglaterra, cuando una familia sufrió durante dos años extraños sucesos vinculados a una maligna presencia del más allá. Leer en pantalla “basado en una historia verídica” ciertamente le agrega un nivel de terror a la experiencia y Wan -al igual a los guionistas Carey y Chad Hayes- está muy consciente de ello, porque si al menos un 10% de lo que se ve en la película fue cierto, podemos especular que debió ser más escalofriante que cualquier producto de la ficción.

Junto a la dirección de Wan, el cimiento de ambas películas continúa siendo la relación central entre “Ed” y “Lorraine”, interpretados nuevamente por Patrick Wilson y Vera Farmiga. Ambos logran transmitir una conexión entrañable, genuina, que se bandea entre lo romántico y lo espiritual. La secuela les permite construir encima de la sólida base que establecieron en The Conjuring, ya que esta vez el matrimonio no solo está luchando para salvar el alma de una desconocida, sino que la de uno de ellos también está en riesgo. Esto eleva los niveles de tensión, aunque cualquier conocimiento previo de las vidas de los Warren ciertamente le resta suspenso.

Como la mayoría de las secuelas, The Conjuring 2 no iguala la efectividad de su primera parte. Los hilos narrativos que vinculan la posesión de la niña con el propio tormento de los Warren no se amarran de la manera más satisfactoria posible, diluyendo levemente el impacto del desenlace. Por otro lado, en esta ocasión Wan gravita más hacia Poltergeist –como ha hecho con ambas entregas de Insidious- que hacia The Omen, optando por imágenes más fantasmales que “reales”, si pudieran ser descritas de esta forma. El resultado es un filme de terror más atado a los convencionalismos del género, sin que esto aminore el nivel de diversión para aquellos que disfrutan de ir al cine a pasar sustos.

Lo que sí queda claro es que New Line Cinema tiene en sus manos una prometedora franquicia de horror, que con suerte requerirá de una o dos secuelas más antes de que la misma pierda su lustre. El regreso de Wilson y Farmiga será esencial, así como el de Wan, quien ya debería ser reconocido como uno de los pocos maestros contemporáneos de los espantos cinematográficos.