La tripulación del USS Enterprise regresa en la estúpidamente entretenida secuela veraniega Star Trek: Into Darkness, ¡y vaya qué si es una buena tripulación! El elenco de la secuela/reboot continúa siendo el pilar de esta nueva versión de la celebrada franquicia cinematográfica. La película funciona a su mayor cabalidad cuando los actores interactúan entre sí, más aun cuando se encuentran envueltos en cualquiera de las excitantes secuencias de acción que el cineasta J.J. Abrams dirige para la pantalla en tres innecesarias y post convertidas dimensiones que no agregan absolutamente nada a la experiencia.

Desde la divertida escena inicial –la cual revela una vez más la fijación (obsesión) de Abrams por Steven Spielberg al evocar a Indiana Jones- hasta la espectacular secuencia en el espacio exterior que involucra a los actores Chris Pine y Benedict Cumberbatch, que prueba ser más emocionante que la que concluye el largometraje, cuando Abrams toma las riendas de la acción, Star Trek: Into Darkness fácilmente supera a su predecesora. Si tan sólo se pudiese decir lo mismo del simple y tontísimo guión, estaríamos ante una tremenda secuela en lugar de una pasablemente buena.

El libreto de Roberto Orci, Alex Kurtzman y Damon Lindelof –favoritos de Abrams- peca de estúpido aun más de lo que se espera de ellos. Lindelof no alcanza los niveles de ineptitud que expuso en su guión de Prometheus (tarea difícil de superar), pero junto a Orci y Kurtzman parecen esmerarse por incrementar las idioteces que éstos manifestaron en su primer trabajo con Star Trek en el 2009, y esta vez, cuesta trabajo perdonárselo.  Por alguna inexplicable razón la médula de su argumento se inspira en los estragos de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, exponiendo a la organización interplanetaria Starfleet al miedo del terrorismo y las extremas e injustificadas medidas que se toman para combatirlo.

La trama comienza poco tiempo después de los hechos de la primera película, con “Jim Kirk” (Pine) capitaneando el USS Enterprise. Una nueva falta de conducta de su parte resulta en un relevo forzado del mando de la nave, pero esta decisión es rápidamente reversada cuando su superior y mentor, el almirante “Pike” (Bruce Greenwood), muere en un atentado terrorista perpetrado por “John Harrison” (Cumberbatch), un agente de Starfleet. “Kirk” y su tripulación es asignada a encontrar a “Harrison” y vengar la muerte de “Pike” y otros miembros de la organización pacífica de exploración espacial.


“Venganza”, “organización pacífica”… algo no concuerda, pero así es con la mayoría de las motivaciones que impulsan la historia de Star Trek: Into Darkness, las cuales son hechas claramente explícitas para el público mediante prolongadas escenas de exposición en la que los personajes simplemente verbalizan sus intenciones. El hecho de que esta nueva versión de Star Trek sea una realidad paralela a la de las cintas anteriores, y no meramente un remake, también trae una serie de problemas, ya que los guionistas ahora cuentan con una solución sumamente ventajosa para resolver cualquier obstáculo en su argumento (“¿Tienes un problema? Llama al 1-800-CALL-*****”), algo que funcionó bastante bien y tenía lógica en la primera cinta, pero que ahora se siente muy conveniente y barato.

Por suerte, la dirección de Abrams es lo suficientemente buena como para ignorar –al menos momentáneamente- las crasas deficiencias del guión. Su manejo de la acción se aprecia más pulido y se eleva cuando está en sintonía con la fantástica banda sonora de su usual colaborador Michael Giacchino. Ambos se encargan de elevar el pulso cuando el filme más lo necesita y mantener el transcurso de la narrativa a un ritmo constante que no permite espacio para el aburrimiento.  

El reparto, como dije al principio, sigue siendo la mayor fortaleza de estas nuevas aventuras. Pine cuenta con el carisma y la arrogancia requerida para llenar dignamente los zapatos de William Shatner, mientras que Zachary Quinto es todo lo que uno podría esperar de un vulcano como “Spock”, logrando un perfecto balance entre la sabiduría intrínseca del personaje con un necesario toque de buen humor. Sin embargo, es cuando estos dos están juntos, inmersos en su “bromance”, que la magia ocurre, transmitiendo una palpable camaradería que se extiende a otros miembros de la tripulación y consigue presentarse como una verdadera pieza de elenco.

De los nuevos personajes no se puede decir mucho sin revelar secretos no muy secretos de la trama. La actuación de Benedict Cumberbatch, aunque posee una comandante presencia física –una que ha demostrado categóricamente en la excelente serie de la BBC, Sherlock-, es mayormente desperdiciada por las exigencias del guión de encajonarlo en un misterioso papel que nunca alcanza su potencial. Lo mismo ocurre con el papel de Alice Eve como la doctora “Carol Marcus” cuya inclusión en la trama es completamente superflua, una vez más respondiendo a la insistencia del libreto por querer que Into Darkness sea un cuasi remake de otro filme de Star Trek.

Precisamente en eso es que se convierte el largometraje durante su último tercio: en una copia que busca apelar a la nostalgia de los fanáticos de la serie con imágenes familiares y emulando acciones de los personajes. El problema es que solo emula las acciones, no las consecuencias, culminando en un deus ex machina que levanta varias inquietudes acerca de esta nueva realidad alterna del universo de Star Trek

Aun así, la película es entretenida, aunque no más que una amena distracción. Abrams sabe cómo estimular las pupilas, los actores ya son prácticamente expertos en su encarnación de estos icónicos personajes, y Orci, Kurtzman y Lindelof cumplen con su función como los típicos aguafiestas.