Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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El excelente documental Waiting for Superman arranca con las ilusiones de sus protagonistas: cinco estudiantes de diferentes grados de escuelas elementales del sistema público de enseñanza de Estados Unidos. Lo único que los distingue es su raza, su estrata social y sus respectivas edades, porque el deseo de superación, de ser admitidos a una mejor escuela y todo lo que esto significa para su futuro, es el mismo. Como ellos debe haber miles.
Tras ver el documental dentro del marco del Festival Internacional de Cine de Toronto, las imágenes que se me quedaron indeleblemente grabadas fueron las de sus rostros y los de sus padres una vez culmina la película. Algunos denotaban alegría, pero la mayoría transmitían una comprensible tristeza. Y como ellos, también debe haber miles.
El filme del director Davis Guggenheim (An Inconvenient Truth) se centra en los deseos de estos cinco alumnos -y en el caso específico de dos de ellos, sus madres- por entrar a las mejores escuelas “charter” que funcionan independiente del sistema público. La admisión, sin embargo, es sumamente limitada, a veces con la oferta de sólo diez espacios para cientos de solicitudes, por lo que se ven obligados a colocar todos sus sueños en las manos de la suerte participando de sorteos, sus nombres ligados a una bola o sobre dentro de una tómbola o seleccionado por un algoritmo en un computador.
Guggenheim estructura su cautivante narrativa sobre los hombros de estas familias a la vez que indaga en el por qué la educación en Estados Unidos a decaído tanto en los últimos 40 años. Para ello realiza entrevistas con expertos en la materia, como Geoffrey Canada, presidente y CEO del Harlem's Children Zone, una de las más respetadas escuelas “charter” de la nación, y Michelle Rhee, quien hasta octubre pasado fue la Canciller de Educación del Distrito de Columbia, el peor estado en nivel de comprensión de lectura.
Ambos educadores concuerdan en el que mayor obstáculo en el futuro de los niños son -irónicamente- los adultos, específicamente las uniones de maestros que los protegen, sin importar la calidad de su desempeño y subordinando el aprendizaje de los estudiantes a su propio porvenir económico. Eso sin contar el poder político que estas uniones poseen y la compleja burocracia que mantiene al sistema en un círculo vicioso.
Mientras Guggenheim le dedica gran parte del filme a detallar los muchos problemas que afrenta la educación estadounidense -por medio de gráficas, estadísticas y testimonios-, el corazón del documental se halla en sus cinco protagonistas y en probar su tesis de que el lugar de procedencia de un alumno no tiene por qué estar ligado a su capacidad de aprender. De igual forma, destaca que el hecho de que una escuela sea “charter” no significa que vaya a ser mejor que las públicas.
Desafortunadamente, al final Waiting for Superman nos deja con un sentimiento de impotencia ante un terrible problema que aparenta no tener solución y el cual ciertamente es la raíz de muchos otros males sociales. La película forma parte de una campaña que ha llegado hasta la Casa Blanca para concienciar sobre la vitalidad de reformar el sistema, pero cinematográficamente no deja de ser una tragedia con destellos de esperanza.
Tras verla nuevamente esta semana para su estreno mañana en Puerto Rico, no puedo evitar regresar una vez más a los rostros desilusionados de los niños, unos con esperanzas de ser veterinarios y otros maestros. Con suerte alcanzarán sus metas y sus anhelos expuestos aquí traerán a la mesa de discusión posibles maneras de que todos los niños tengan las mismas oportunidades.