Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 15 años.
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Si usted es de los que acostumbra a leer reseñas cinematográficas (o leyó esta entrada del blog), probablemente ya esté al tanto de las paupérrimas críticas que recibió The Last Airbender tras su estreno hace dos semanas en Estados Unidos. Como un gran admirador de la estupenda serie animada Avatar: The Last Airbender, me encantaría decirle que todo lo que se ha dicho y escrito de su adaptación a la pantalla grande es una vil mentira.
Pero -desafortunadamente- no lo es. Es uno de los peores estrenos del año. Un filme hueco y sin vida que carece de todos los elementos (con excepción del aire, agua, tierra y fuego que figuran en la historia) que hicieron del programa de Nickelodeon uno de los más aclamados de la pasada década.
Si la deplorable The Happening me provocó rabia e indignación, la más reciente debacle en la carrera del director M. Night Shyamalan me da lástima. No sólo porque es una pésima adaptación y una grandiosa oportunidad desperdiciada de llevarles a los espectadores una trilogía de la talla de Star Wars y The Lord of the Rings, sino porque la cinta ni siquiera cuenta con las pocas fortalezas que le quedaban al cineasta. Parece haber olvidado cómo hacer cine.
The Happening será una de las peores cintas que he visto en mi vida y su guión no podría ser más ridículo, pero al menos contenía instantes –en especial al principio- en los que se podía ver el toque de Shyamalan, el mismo con el que me enamoró en The Sixth Sense, Unbreakable y Signs. Esa habilidad para montar secuencias que van elevando la tensión y te mantienen con la mirada fija en la pantalla, se manifestaban aún en sus películas más flojas, como The Village y Lady in the Water.
En The Last Airbender no hay ni el más mínimo rasgo de eso. Si no fuera por la insistencia del director en colocar su nombre prominentemente sobre los títulos de sus producciones, incluyendo ésta, no sabríamos que él la filmó. La película no tiene secuencias, son solamente tiros de cámara que brincan de uno al otro en una entorpecida edición sin que las escenas sean hilvanadas adecuadamente. No hay ningún plano que se pueda destacar y decir “ahí está el Shyamalan que yo conocía”. La pudo dirigir cualquiera.
El director también deja absolutamente claro que sus habilidades como guionistas siguen en picada con el peor libreto de su carrera. ¿Cómo es posible que basándose en una historia tan excelentemente desarrollada como la que se presentó en la serie Shyamalan haya hecho un trabajo tan deplorable? El concepto original está presente: el Avatar capaz de controlar los cuatro elementos (aire, agua, tierra y fuego) regresa tras 100 años desaparecido para detener las ambiciones de la Nación del Fuego de conquistar los otros tres reinos. Por lo demás, se asemeja a una producción multimillonaria de escuela elemental.
Shyamalan no captura ni la más efímera esencia del corazón de la serie: la fuerte relación entre los tres niños protagonistas: “Aang”, el profético Avatar, y sus fieles protectores, “Katara” y “Sokka”. El guión consiste en personajes verbalizando lo que vemos en pantalla, con parlamentos trillados y simplones que carecen de emoción. En lugar de mostrar -a través de un buen desarrollo narrativo- cómo el vínculo entre los niños se hace más estrecho, Shyamalan opta por decirlo, cometiendo uno de los pecados cardinales de la redacción de un buen guión.
Atacar a los actores sería injusto debido a que el guión no les ofrece nada de qué sostenerse, pero igual no causan ninguna impresión. Repiten como el papagayo los diálogos del guión, lo que hace que sus interpretaciones se sientan robóticas y sin alma. Se supone que un director haga varias tomas de las escenas para seleccionar la mejor, pero si lo que terminó en pantalla fue lo mejor, no me quiero imaginar las peores.
Me gustaría destacar que los efectos especiales y la producción artística son los únicos aspectos técnicos de The Last Airbender que merecen elogios, pero la innecesaria conversión del filme de dos dimensiones a tres no me lo permitió. La película no se beneficia en lo absoluto de esta tecnología, al contrario. Es como entrar al cine con miopía y te entregan un par de anteojos para que puedas verla claramente en 2D. Esta transferencia a la popular tercera dimensión no es más que un descarado intento de Paramount Pictures por sacar más dinero de los bolsillos de los espectadores.
Así que si la piensan ver, no pierda su tiempo con la versión 3D. Mejor aún. Actualmente se puede conseguir la primera temporada de la serie original por unos $25. Inviértalos en ella. No sólo es más barato que una salida familiar al cine, sino que recibirá a cambio un producto exponencialmente mejor.
Con The Last Airbender, M. Night Shyamalan alcanza el punto más bajo de su carrera. Independientemente del recaudo en taquilla de la cinta, la reputación del director como un auteur está por el piso tras éste, su más reciente desastre. Quizás un día regrese para sorprendernos, pero para hacerlo tendrá que evaluar cuáles son sus fortalezas. La redacción de guiones definitivamente ya no es una de ellas y sus habilidades como director tras esta película están en tela de juicio.
Los dejo con la reacción de Shyamalan al enterarse por medio de Vulture, del New York Magazine, de las pésimas críticas que recibió The Last Airbender:
Have you read the reviews for Last Airbender?
No, I haven’t.
Well, are you aware of the reviews?
No, actually.
Well, for the most part, critics have not been kind. Are you just ignoring them? Will you read them this weekend? Have you just not had time?
Are you saying that in general they didn't dig it?
In general, no. Roger Ebert, who liked The Happening, did not. The first line of his review is, "The Last Airbender is an agonizing experience in every category that I can think of and others still waiting to be invented." How do you react to something like that?
I don’t know what to say to that stuff. I bring as much integrity to the table as humanly possible. It must be a language thing, in terms of a particular accent, a storytelling accent. I can only see it this certain way and I don’t know how to think in another language. I think these are exactly the visions that are in my head, so I don’t know how to adjust it without being me. It would be like asking a painter to change to a completely different style. I don’t know.