En el centro de cualquier argumento existencialista, la pregunta “¿por qué estamos aquí?” no tiene respuesta concreta. Algunos moriremos primero, otro después, pero al final todos acabaremos igual y no es hasta entonces que quizás conoceremos si había un propósito mayor. Lo importante es cómo invertimos el tiempo que tenemos en esta única vida.

Esta idea que se nos ha inculcado por varios medios (canciones, películas, poesía, literatura, sermones religiosos, tarjetas de Hallmark, etc.) es explorada una vez más por el séptimo arte en Never Let Me Go, del director Mark Romaneck, basado en el bestseller homónimo de Kazuo Ishiguro.  Un filme con actuaciones maravillosas, una ambiciosa historia y tan visualmente espléndido que me resultó sumamente frustrante el vacío emocional que deja un guión tan frío a pesar del mensaje humanista que desea llevar.

Anoche asistí a ver la película por segunda vez tras verla en septiembre en el Festival Internacional de Cine de Toronto cuando fue la cuarta de cinco cintas que vi en el mismo día. Quería darle una segunda oportunidad para verificar si el cansancio había influenciado en mi primera impresión. Aunque todavía considero que el filme tiene problemas en el libreto, sí fluyó un poco mejor y pude concentrarme más en sus fortalezas que en sus debilidades.  Definitivamente es demasiado pesada para verla al final de un maratón.

No es fácil hablar de la trama sin revelar los detalles que la hacen especial, pero la cinta se desarrolla en torno a un trío de amigos –dos niñas y un niño- que se crían en una escuela de internado con un propósito educacional muy específico. Entre ellos nace un lazo que los une hasta la adultez y se ven confrontados con la verdadera razón de su existencia mientras batallan con sentimientos de amor, celos y traición.

La película captura al principio la atención del público a medida que los niños van descubriendo las motivaciones ocultas detrás de su cautiverio con un gancho sacado de lo que -hasta el momento- es ciencia ficción. Este primer acto es sin duda el mejor y el más efectivo del largometraje, lo cual es una pena porque Carey Mulligan, Keira Knightley y Andrew Garfield no aparecen hasta el segundo, cuando la trama se estanca, y el tercero, cuando recobra fuerza pero demasiado tarde.

Los tres dotados actores realizan un excelente trabajo con un guión de Alex Garland que aparenta haber dejado en la novela detalles importantísimos para el desarrollo de los personajes. Knightley y Garfield interpretan a “Ruth” y “Tommy”, quienes comenzaron una relación sentimental desde que eran alumnos en la escuela, mientras que Mulligan hace de “Kathy”, la tímida muchacha del trío que también estaba enamorada, aunque en secreto, de “Tommy”.

Este triángulo amoroso conforma la columna vertebral de la historia, pero para que resultase genuinamente conmovedor se requería más tiempo para desarrollarlo, en especial dado el giro que ocurre en el tercer acto en la relación entre los tres. El libreto pasa de un tiempo a otro en las vidas de estos personajes de forma demasiado abrupta. Lo mismo hace con los cambios entre escenas, como si tuviera prisa por llegar al final para transmitirnos una catarsis emocional que no alcanza a plenitud debido a sus deficiencias, aunque ciertamente esta vez sí me llegó un poco más al corazón gracias al soberbio trabajo de Garfield y Mulligan en la escena más desgarradora del filme.

Romaneck, por su parte, nos da una de las películas más estéticamente  hermosas del 2010, fortalecida en gran parte por la hermosa cinematografía de Adam Kimmel y la banda sonora de Rachel Portman. El director capta con sumo detalle los diferentes tiempos en los que transcurre la historia y si en algo falla es de no tener más tiempo para contarla. Muchas producciones se benefician de un recorte en su duración, pero esta se hubiera beneficiado de al menos 20 minutos más. En una realidad alterna como la que presenta Never Let Me Go, la oportunidad para explorar ideas y cuestionarnos hacia dónde vamos era algo que no se  debió limitar.

Quisiera ser más específico con las quejas, pero para eso tendría que entrar en detalles. Así que vayan a ver la película -porque en verdad vale la pena aunque no me haya encantado- y continuamos la discusión en los comentarios.