A todos los padres nos ha pasado: esos segundos de pánico, que parecen extenderse eternamente, en los que apartamos la atención por un instante de nuestros hijos y los perdemos de vista en un área pública. En esa fracción de tiempo somos invadidos por los peores pensamientos imaginables, perdemos el sentido de razón y el sentimiento se mantiene latente por mucho tiempo aun después de encontrarlos sanos y salvos.

El tenso drama Prisoners habita mayormente en esa intolerable desesperación a través de la meticulosa investigación de un caso en el que dos niñas fueron raptadas  cerca de sus hogares en los suburbios de Pensilvania. Hugh Jackman interpreta a “Keller Dover”, padre de una de las menores que toma la justicia en sus manos al secuestrar al principal sospechoso (Paul Dano) para sacarle información a como dé lugar, todo mientras el detective “Loki” (Jake Gyllenhaal) intenta encontrar a las niñas.

El guión del principiante Aaron Guzikowski se siente como el piloto de una serie de procedimiento policiaco hecha para la  televisión, solo que con pedigrí cinematográfico. Su estructura refuerza esto a través del lánguido ritmo en el que desarrolla la trama, intensamente durante su primera mitad, pero  luego cayendo en una serie de giros rebuscados -característicos de los “cliffhangers" televisivos- que complican y extienden inncesariamente la historia.  

Guizikowski intenta fallidamente matizar su libreto mediante cuestionamientos morales, confrontando al espectador con las acciones de los personajes -principalmente  “Dover”- preguntándonos qué haríamos  en esa situación. Sin embargo, el escritor es  incapaz de  profundizar en sus planteamientos, unos muy similares a los que realizaron de manera mucho más eficaz filmes como el estupendo Gone Baby Gone, de Ben Affleck,  y la fantástica mini serie Top of the Lake, de Jane Campion.  

Al rescate del guión llega el  director canadiense  Denis Villeneuve (Incendies), quien consigue mantener la trama avanzando en todo momento para hacer de Prisoners un drama absorbente incluso cuando empieza a decaer precipitadamente hacia lo ridículo.  Su dirección se beneficia considerablemente de la experta cinematografía de Roger Deakins, cuya maestría  queda evidenciada en las escenas nocturnas, particularmente una iluminada por velas durante una vigilia y otra culminante carrera contra el reloj en la lluvia.

De igual manera, el dotado elenco eleva el material con sus tremendas actuaciones, aun cuando la producción ni el libreto aprovecha al máximo a los actores. Jackman se esmera como  toda una fiera emocional de principio a  fin que raya en lo antagónico, por lo que recae en Gyllenhaal en proveer un balance con su mesurada interpretación que recuerda por momentos a su papel en la excepcional Zodiac. Lamentablemente, el guión no les ofrece un desarrollo dramático, por lo que sus personajes  comienzan y terminan la película sin atravesar mayores cambios.

En el reparto secundario, actrices de la talla de Viola Davis y Melissa Leo quedan relegadas a un segundo plano en el que apenas aparecen en pantalla, pero al menos lo poco que aportan deja una impresión. Lo mismo no ocurre con Terrence Howard y Maria Bello, el primero como el padre de la otra niña -que al final no cumple ninguna función- y la segunda como la esposa de “Dover”, que se la pasa casi todo el filme en una cama.

Prisoners es prueba de que las estrellas podrán brillar y el talento detrás de la cámara estar presente, pero si el guión no está a su misma altura, al final no hay nada que ellos  puedan hacer con lo que en esencia es un drama pasadero.