Insidious: Chapter 2
Más fantasmas y sustos pero con mucho menos sentido.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 11 años.
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Cuando estrenó en el 2011, Insidious tomó a muchos por sorpresa, pues muy rara es la vez que un estreno comercial de terror verdaderamente es capaz de asustar. Hace apenas un mes, su director, James Wan, demostró con la espeluznante The Conjuring que no se trató de una chiripa, pues superó las virtudes de su trabajo previo con uno de los mejores filmes del pasado verano.
No se puede decir lo mismo de Insidious: Chapter 2, película en la que se observan todos los dotes de Wan para transmitir tensión y pánico al público, pero puestos al servicio de un guión que no está a la par con su predecesora, y mucho menos con The Conjuring. No es un completo fracaso, y contiene secuencias muy bien realizadas, pero la continuación de la historia de la familia Lambert y los fantasmas que la acechan deja mucho que desear.
El mayor problema del libreto de Leigh Whannell -en el que esta vez Wan sí estuvo involucrado- yace en la manera tan rebuscada como intenta explorar las interrogantes que nos quedaron tras el primer largometraje. La trama comienza justo donde terminó la anterior, con la mudanza de los Lambert de su hogar pero arrastrando en la figura del padre (Patrick Wilon) una maligna entidad que continuará torturándolos tanto a él como a su esposa e hijos.
Insidious: Chapter 2 se concentra en exponer el origen de este fantasma, su relación con la familia y la razón por la cual quiere hacerles daño, dividiendo la narrativa entre los investigadores sobrenaturales del primer filme y el nuevo hogar de los Lambert, donde el padre lentamente va siendo poseído por la entidad. Todo lo que transcurre en la casa carga con el terror que estamos acostumbrados a esperar de la dirección de Wan, con momentos genuinamente escalofriantes, pero la manera cómo se hilvana con la investigación -que está pobremente desarrollada- limita el potencial de lo que pudo ser una tremenda secuela.
Los sobresaltos en las butacas están ahí, al igual que las secuencias que provocan que se erice la piel, pero la progresión de la trama es entorpecida por constantes momentos de exposición que nunca dejan claras las reglas del juego entre el mundo fantasmal y el real. La película deja la puerta abierta para futuras secuelas -obviamente- pero resulta difícil ver hacia dónde irían sin acabar de dañar la serie.