¡Feliz Navidad, amigos cinéfilos! En el día de hoy comienza a exhibirse en las salas de cine locales el nuevo musical de Rob Marshall, Nine, mientras que el pasado miércoles estrenó Los abrazos rotos, de Pedro Almodóvar. Ambas películas cuentan con la participación de la actriz española Penélope Cruz. A continuación, las respectivas reseñas de los filmes:


Nine

Entre los elaborados números musicales de Nine, hay una muy buena película. Es más, quizás hasta una gran película, y con mucha razón, ya que el más reciente filme del director Rob Marshall está basado en el musical Broadway -protagonizado originalmente por nuestro Raúl Julia-  que a su vez se inspiró en uno de los máximos clásicos del séptimo arte: 8 1/2, del maestro italiano Federico Fellini.

Como se sugiera al inicio de este comentario, la apreciación del filme se ve constantemente interrumpido por segmentos musicales que, aunque visualmente espectaculares, muchos no aportan  al desarrollo de la trama. Contrario a lo que logró con Chicago, en la que las canciones contribuían al flujo de la historia, esta vez Marshall no consigue repetir la exitosa fórmula  de esa cinta ganadora del Oscar.  

Al igual que en la obra surrealista de Fellini, la figura central de Nine lo es “Guido” (Daniel Day-Lewis), un frustrado director de cine que está a punto de comenzar la filmación de su nueva película a pesar de que aún no tiene un libreto escrito... y ése es tan sólo uno de sus problemas. Sus últimas dos producciones han sido fracasos tanto críticos como taquilleros, mientras que su vida amorosa está dividida entre su esposa “Luisa” y su amante “Carla”, interpretadas respectivamente por Marion Cotillard y Penélope Cruz.

Aunque  estas no son las únicas dos mujeres alrededor  de “Guido”, definitivamente son las únicas interesantes. El filme también nos presenta en papeles secundarios a una reportera de modas (Kate Hudson), una sastre (Judy Dench), una diva (Nicole Kidman), la madre de “Guido” (Sofía Loren) y hasta una voluptuosa prostituta (Fergie), mujeres influyentes en la vida del director. Sin embargo, estas féminas sólo consiguen distraernos del triángulo amoroso y de la crisis creativa que enfrenta “Guido”, los dos conflictos centrales de la historia.

Para bien o para mal, los pequeños momentos dramáticos que logramos divisar  entre el torrente musical contiene suficiente poder como para mantenernos interesados. Cotillard y Cruz están sensacionales en sus respectivos roles, tanto actuando como demostrando sus dotes para el canto. Y mientras Day-Lewis no es un buen cantante, el gran actor inglés realiza una labor aún más extraordinaria: encarnar al personaje que inmortalizó Marcello Mastroianni en 1963 y hacerlo suyo en una de las mejores actuaciones del año.

Nine posee toda la astucia y ambición estética de la que se armó Marshall en Chicago.  La dirección artística es maravillosa, la cinematografía es exquisita, los vestuarios glamorosos y el trabajo de los actores y actrices  -la mayoría de ellos ganadores del Oscar- es de primera. Pero su corazón y -por lo tanto- sus emociones yacen escondidas detrás de su espléndido caparazón y de esos inoportunos números musicales que -hay que decirlo, también- están perfectamente coreografiados.


Los abrazos rotos

En las primeras escenas del filme, “Judit”, la agente del director y guionista que protagoniza la historia, le recuerda que él le aseguró que jamás filmaría “una secuela, un remake ni un biopic”. Siendo Pedro Almodóvar un claro reflejo de ese cineasta, se podría decir que -a su manera muy singular- el laureado director español ha roto dos de esas promesas en su más reciente largometraje  Los abrazos rotos. 

La  relación profesional con una de sus mayores musas, la sensual Penélope Cruz, es la inspiración para un estupendo thriller al estilo de Hitchcock, matizado por obvias referencias a otras películas de Almodóvar, que sirven de valor añadido para los  admiradores de su filmografía.

A modo de su  álter ego, Almodóvar nos presenta a “Harry Caine” (Lluís Homar), el seudónimo “orsonwelliano”  adoptado por el director y guionista “Mateo Blanco” tras quedar ciego. Cómo perdió  la vista nos será revelado paulatinamente, pero todo gira alrededor de un amorío de “Mateo” con “Lena” (Cruz), la actriz que protagonizó su última producción cinematográfica.    

La trama se va tornando más complicada a medida que “Harry” espía los demonios de su pasado. Abundar en ella sería privarlo  a usted del intrigante viaje que Almodóvar ha preparado a través de lo que -presumo- deben ser sus propios temores como artista y  en su relación con  la actriz madrileña. Es como si el director hubiese escrito el guión tras despertar de una terrible pesadilla en la que pierde a Cruz a manos del imperio de Hollywood.

Como es de esperarse en sus producciones, el trabajo del elenco es formidable. Homar encarna de manera excepcional a “Harry/Mateo” como dos mitades del mismo hombre, mientras que Cruz -quien ya de por sí irradia una palpable sensualidad- jamás ha lucido más irresistible y vulnerable en un filme de Almodóvar. De igual forma, los papeles secundarios, en especial el de Blanca Portillo como “Judit”, está a la altura de los que interpretan los actores principales. 

“Las películas hay que terminarlas, aunque sea a ciegas”, dice “Mateo”  en cierto punto de la cinta, quizás verbalizando las inquietudes de Almodóvar con  Los abrazos rotos. Sin embargo, éste  no sólo  es de los mejores filmes del director español,  sino uno de sus más íntimos. Tal como hace todo gran maestro del séptimo arte,  Almodóvar vierte en él su incomparable estilo a la vez que nos ofrece un vistazo  muy personal a sus pensamientos.