A lo largo de su carrera, Vince Vaughn ha sido relegado a pequeños papeles secundarios o compartir créditos protagónicos encarnando personajes cómicos que tienden a ser irritablemente graciosos o simplemente irritables. Por tal razón, llega como una bienvenida sorpresa el que en su nuevo trabajo como el protagonista de Delivery Man el actor haya encontrado un rol que aproveche sus fortalezas y utilice la imagen que se tiene de él en el cine para subvertir un poco las expectativas.

Vaughn suele interpretar sabelotodos que se han quedado atrapados en la adolescencia, algo que repite en Delivery Man –remake del filme canadiense Starbuck escrito y dirigido por Ken Scott, quien ahora realiza esta versión para los estadounidenses que odian leer subtítulos- como “David Wozniak”, el irresponsable chofer del camión de entregas de la carnicería que opera su familia. Su vida a la deriva y sin propósito recibe un giro inesperado cuando se entera de que las múltiples donaciones de esperma que hizo en su juventud resultaron en 533 hijos, 142 de los cuales han acudido a los tribunales para exigir se revele su identidad.

La absurda premisa muy bien pudo servir para otra tonta comedia de Vaughn, pero Scott le inyecta emoción a la historia confrontando a su personaje principal con la responsabilidad retroactiva de ser padre, una que se torna más pertinente cuando se entera de que su novia está embarazada. La cinta se gana algunas de sus emotivas escenas mientras “David” va conociendo a sus hijos –la mayoría universitarios- sin que estos sepan que se trata de su padre, aunque el sentimentalismo cursi siempre está presente, particularmente al final, buscando la manera de exprimir corazones de manera forzosa. 

Los lapsos entre “David” y sus hijos es bien aprovechado por el director, pero cuando llega a la hora de empezar a resolver los conflictos en la trama, Scott tropieza al tratar de devolver la historia a los problemas de la familia inmediata del protagonista, extendiendo innecesariamente la duración del filme y llegando a un desenlace demasiado nítido. Sin embargo, el carisma de Vaughn se mantiene intacto de principio a fin, jamás deja de sentirse genuino y fácilmente despunta como la mayor fortaleza de la producción.

Scott sabe el tipo de historia que está contando –claro, es la segunda vez que lo hace- y sus intenciones están claras desde el principio: hacer sentir bien al público a través de entretenimiento familiar ameno y liviano. Delivery Man no se convertirá en un nuevo clásico de la temporada navideña, pero cumple su propósito sin engaños ni falsas pretensiones.