Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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Hay espías y hay súper espías. En las producciones de Hollywood domina el segundo grupo, con personajes sexy como James Bond, Ethan Hunt y Mr. y Mrs. Smith trasladándose a localidades exóticas para salvar a la humanidad del más reciente villano con intenciones de dominar el planeta. Sus películas son divertidas, emocionantes, graciosas… perfectas para comer popcorn y pasar un buen rato en el cine.
En Tinker Tailor Soldier Spy, por el contrario, tenemos a los integrantes del primer grupo: los simples espías, aquellos agentes secretos que compensan la falta de sex appeal con un alto coeficiente intelectual, y cuyo oficio es analizar data, escuchar conversaciones, leer documentos y manejar fuentes con el propósito de ir un paso al frente de los enemigos del estado. Sin duda un trabajo más –digamos- aburrido, que salvar al mundo equipado de la más reciente tecnología y en compañía de una modelo de Victoria’s Secret.
Pero esa es la verdadera función de un espía, y en este excelente filme del director Thomas Alfredson –adaptado de la novela homónima de John le Carré- el público se ve envuelto en la intensa búsqueda de un espía ruso dentro de la inteligencia británica. Cualquier desliz de su parte podría tener serias consecuencias, más aun durante el tenso periodo de la Guerra Fría.
La trama se desarrolla a principios de la década del 70. “Control” (John Hurt), el jefe del “Circo” –como se refieren a la inteligencia británica- se ve forzado a renunciar después que una misión en Budapest termina en la muerte de un agente cuyo objetivo era identificar cuál de los cuatro altos oficiales ingleses era un espía ruso. Detrás de él se va “George Smiley” (Gary Oldman), un veterano espía que se retira pero que luego es contratado por una figura del gobierno para que continúe independientemente con la búsqueda de la mole.
Si de algo peca Tinker Tailor Soldier Spy es de ser un largometraje muy denso. El guión de Bridget O’Connor y Peter Straughan no se molesta en llevar al espectador de la mano, sino pretende que éste preste atención a todo lo que ocurre y se dice mientras se va resolviendo el complejo rompecabezas. Alfredson coloca al público un paso atrás de “Smiley”, quien lleva tantos años realizando este oficio que su rostro parece una máscara que no revela ni el más mínimo detalle de lo que está pensando.
La actuación de Oldman es extraordinaria, una de las mejores de su ilustre carrera. Su interpretación de “Smiley” –nombre que no podría ser más irónico- es meticulosa, metódica, denotando un absoluto control de cada músculo de su cara y cuerpo. A través de flashbacks descubrimos pistas de la persona que era y cómo el espionaje lo ha confinado a una vida solitaria. Sólo en una magnífica escena, en la que -entre copas- evoca un encuentro que tuvo con su contraparte en Rusia, se desprende de su armadura lo suficiente como para ver por un instante al verdadero “George”.
Los tremendos papeles secundarios fueron seleccionados de la crema y nata de los actores británicos e irlandeses. Toby Jones, Cierán Hinds, Colin Firth, Mark Strong y Benedict Cumberbatch interpretan a espías dentro del “Circo”, cada uno con sus propias agendas y lealtades. Verlos interactuar en una mesa es como ver un juego de póker entre los campeones del mundo.
Mención aparte merece una de las fuentes de “Smiley”, encarnada por Tom Hardy, quien dentro de un reparto que parece incapaz de sentimientos, es el único que revela abiertamente los efectos emocionales de vivir una doble vida.
Cinematográficamente Tinker Tailor Soldier Spy está magníficamente hecha. El trabajo detrás de las cámaras de Alfredson es calculado y frío, perfecta para el material. La dirección artística es impecable, trasladándonos a la época con una máxima atención al detalle, mientras que la fantástica banda sonora de Alberto Iglesias abona a la tensa atmósfera.
Como todo buen rompecabezas, es una película difícil. No tendrá persecuciones, explosiones ni acrobacias, pero le sobra el realismo. Los personajes se sienten auténticos realizando en su trabajo, y eso la hace más enriquecedora.