Partes iguales de The Running Man, la obra maestra de Fritz Lang, Metropolis, y el clásico de culto japonés, Battle Royale, se funden para formar The Hunger Games, primera entrega de la más reciente franquicia cinematográfica de Hollywood. Todo lo que se presenta en pantalla es bastante familiar, pero hay que tener en cuenta que la serie de libros en la que se basa –escrita por Suzanne Collins- va dirigida a lectores jóvenes para quienes estos viejos y probados conceptos, típicos de la ciencia ficción, podrían parecer nuevos.

Igual que menciono esos largometrajes podría enumerar  otros ejemplos del género (novelas, cómics, videojuegos, series de televisión, etc.) que se asemejan a The Hunger Games. La clave para la efectividad de este largometraje recae mayormente en los hombros de una persona: su protagonista, Jennifer Lawrence. En medio de todo el material reciclado se halla esta talentosísima actriz, quien eleva la cinta del director Gary Ross y nos involucra en su porvenir, aunque nunca dudemos por un instante que no saldrá airosa.

La trama se desarrolla en un futuro post apocalíptico en el estado de Panem, donde la sociedad está dividida en 12 distritos de la clase pobre trabajadora que sirven a los ricos que viven en la capital. Por los últimos 74 años, los que están en el poder han llevado a cabo un sangriento “juego” en el que se elige a dos jovencitos de cada distrito y los ponen a competir en un duelo a muerte para el entretenimiento de los adinerados y la opresión de los marginados.

“Katniss Everdeen” (Lawrence) se somete a los juegos voluntariamente en sustitución de su hermana menor, quien había sido seleccionada. En la capital –cuya moda parece descender de los estilistas a cargo del look de Lady Gaga- “Katniss” entrena durante varios días antes de trasladarse a la arena a la que entrará junto a otros 23 adolescentes y de donde sólo uno de ellos saldrá con vida.

The Hunger Games sufre de una frívola elaboración de la realidad en la que existe. Poco se dice del pasado de estos 12 distritos y de cómo la humanidad llegó hasta aquí, mientras que el objetivo de los juegos no queda muy claro. Los juegos se crearon para amedrentar a los pobres y evitar una nueva rebelión, pero sin embargo se los transmiten para que los vean, lo que observamos provoca que se amotinen. Si no quieren que se rebelen, ¿para qué se los enseñan? Ver a tus hijos morir no te hace un súbdito más sumiso.

El guión, escrito por Ross, Collins y Billy Ray, pierde demasiado tiempo tratando de explicar la importancia de los patrocinadores: personas invisibles y sin aparente relevancia en la película que los jugadores deben impresionar para que les compren cosas que ayuden a su supervivencia. Esto extiende la duración innecesariamente por encima de las dos horas y, aunque las escenas sirven para desarrollar el carácter de “Katniss”, retrasa el inicio de los juegos, que es el plato fuerte de la historia.

También pasamos mucho tiempo con los ricos y prácticamente nada con los pobres, con quienes se supone simpaticemos. Se nos explica superficialmente que viven en condiciones paupérrimas y que pasan hambre (por eso los llaman The Hunger Games), pero los concursantes se notan bastante saludables y muy bien nutridos, al menos lo suficientemente atléticos como para pelear.  

Sólo levanto estas frustraciones como espectador porque siento que el desarrollo del mundo de Panem era mucho más profundo, con aspectos que se quedaron en la página, y quería conocer más de él. El filme claramente va dirigido a quienes se leyeron las novelas y son capaces de llenar los blancos, una falla muy común en las adaptaciones.


Pero volviendo a Lawrence, la joven actriz continúa desarrollando sus impresionantes habilidades histriónicas desde su memorable debut en Winter’s Bone. Aunque conocemos poco de lo que pasa por su cabeza durante su odisea –algo que seguramente también se quedó en el texto- Lawrence le imparte al personaje suficientes matices como para hacerlo cautivante, aun cuando el guión parece querer imponerle un insufrible triángulo amoroso que “Katniss” no necesita ni se ve interesada en él. Bien por ella. Si hay algo que no necesitamos es otra Twilight, que por suerte está por acabarse.

Gary Ross le da un grado de madurez a la cinta con su elegante dirección. De lo único que peca es de filmar las violentas secuencias de los juegos haciendo uso de lo que suelo llamar la cámara “epiléptica” (esa que no se queda quieta, como si fuese manejada por alguien que convulsiona, y hace difícil apreciar la acción) durante las escenas de matanzas de niños y jóvenes para evitar mostrar el salvajismo con lujo de detalles. Un mal necesario para mantener el contenido gráfico dentro de los límites de la clasificación PG-13.

Como nota al calce, me parece irónico que la MPAA le haya dado recientemente una clasificación R al documental Bully –sobre el “bullying” en Estados Unidos- porque los estudiantes decían mucho “fuck”, pero aquí, donde adolescentes se matan, se va con un PG-13. “Fuck” = malo. Asesinatos = no tan malo. Mensaje captado, MPAA.

El género de la ciencia ficción suele servir de espejo a los problemas que atraviesa el mundo en los tiempos en que se desarrolla y The Hunger Games captura nuestra actualidad evocando movimientos como el Occupy y la lucha entre el 99% y el 1% que hemos visto en el último año. Su batalla entre las clases no es nada nueva pero ahora mismo es más que relevante. ¿Original? No. ¿Será un monumental éxito taquillero? Sin duda alguna. ¿Entretenida? Definitivamente, y con eso basta.