Vamos directo al grano: The Hangover Part II no es más que  un remake de The Hangover, el sorpresivo éxito taquillero del 2009 que se convirtió en la comedia clasificada R más lucrativa en la historia de Hollywood.  El director y guionista Todd Phillips básicamente tomó el libreto  original, tachó todas las ocasiones que decía “Las Vegas”,  y en su lugar escribió “Bangkok”.

Sin embargo, a pesar de que reciclar la fórmula es un esfuerzo muy vago y falto de originalidad por parte de la producción, tengo que admitir que en esta ocasión -contrario a la norma- la repetición funciona. La clave para la comedia en The Hangover  fueron su estructura y la dinámica entre los personajes, dos cosas que retornan en esta secuela. Claro, el concepto de “borrar cinta”  tras una borrachera y tratar de descifrar lo que ocurrió la noche antes ya no es tan fresco como la primera vez, pero los personajes son los mismos que tanto nos hicieron reír.

La trama es idéntica: uno de los integrantes del grupo de amigos se va a casar -esta vez el personaje de “Stu”, interpretado por Ed Helms-, la despedida de soltero se sale totalmente de control, alguien se pierde entre medio del consumo desmedido de drogas y el alcohol, y tienen que  encontrarlo antes de llegar a la boda. La película ni se molesta en esconder que se trata de una copia. “Volvió a pasar” comenta “Phil” (Bradley Cooper) -uno de los miembros del ahora famoso “Wolf Pack”- en las primeras escenas, por lo que los personajes reaccionan incrédulos al hecho de que les volviera a pasar lo mismo, y eso es gran parte de la diversión.     

El humor sí toma un giro más hacia lo perverso y ofensivo. Phillips, junto a los otros dos guionistas, Craig Mazin y Scot Armstron, no sólo se pasan de la raya, sino que la ignoran por completo. Hay una secuencia en particular -muy similar al uso del  bebé en la primera parte- que pondrá a prueba los límites del sentido del humor del espectador y lo que está dispuesto a tolerar que se haga con los niños en una comedia para adultos.

Las actuaciones estelares vuelven a ser  una de las mayores fortalezas de la producción. Cooper es el tipo “cool” que sabe cómo salirse de cualquier situación problemática, Zach Galifianakis interpreta perfectamente al excéntrico “Alan” y Helms se roba el show como “Stu”, el dentista que quiere hacerse pasar por un tipo civilizado, pero que esconde quizás la personalidad más oscura de los tres. Verlos desarrollar sus personajes y cómo se sienten tan cómodos interactuando entre sí, es lo que nos invita  a querer seguir de fiesta con ellos, tanto en las buenas como en las muy, muy malas.

La dirección de Phillips es igualmente acertada. El cineasta sabe cómo filmar una buena escena de acción y parece estar consciente de que el público sabe que está experimentando lo mismo otra vez, pero por algún milagro cinematográfico, nos hace reír de nuevo, y eso no es nada fácil.