Tome una amplia selección de los mayores clásicos musicales de los años 80, añádele una trama trillada, inspirada superficialmente en sus propias letras, déjela marinando durante casi 30 años de nostalgia, y lo que obtendrá será Rock of Ages, adaptación cinematográfica de la popular producción de Broadway que estrena hoy en la Isla.

La nostalgia, en especial, es el elemento que no puede faltar. Se utiliza en parte como gancho para atraer a un gran sector del público… y sirve también para perdonar las crasas fallas del filme: su mediocre guión, las pésimas actuaciones de la pareja principal y su innecesariamente extensa duración. Pero aun así, la película divierte si logras rendirte ante ella y te dejas llevar por las canciones, y aquí me parece relevante señalar el prejuicio de que la música de los 80 fue formativa para este servidor.

Tal es el poder de la música de esta época, constatado no sólo para su respectiva generación sino por su perpetua estampa en la cultura popular, que es la responsable de proveerle al largometraje la escala que no tiene. Visualmente, el trabajo del director Adam Shankman (Hairspray) y su equipo de producción es sumamente pobre y falto de creatividad, limitándose a un puñado de sets poco elaborados para desarrollar la trama y una decepcionante presentación de la parte musical. 

El filme -lamentablemente- gira en torno a una pareja de soñadores: “Sherrie” (Julianne Hough) y “Drew” (Diego Boneta). Ella viene de un pequeño pueblo a Los Ángeles con miras a convertirse en cantante, y él es un músico frustrado que trabaja como mesero en una concurrida barra donde se han presentado las mayores estrellas del rock. Verlos iniciar, mantener, romper y luego reiniciar su relación es un absoluto tedio, y cuando cantan es aún peor.

Por suerte, alrededor de ellos orbita un puñado de personajes secundarios que cargan con la película, comenzando por Tom Cruise, como “Stacee Jaxx”. Cruise interpreta a esta estrella del rock como si su papel de “Frank T.J. Mackey” en Magnolia estuviese canalizando el espíritu de Jim Morrison y lo condenaran a vivir en los años 80. Es una actuación intencionalmente exagerada, absurda y engreída, todo lo que un dios del rock debe ser.

Entre los momentos más memorables de la cinta hay un dueto entre Cruise y Malin Akerman –como una reportera de Rolling Stone- en el que interpretan el éxito I Wanna Know What Love Is, de Foreigner, de manera tal que sorprende el hecho de que la película haya conseguido la clasificación PG-13. La escena será difícil de olvidar cuando vuelva a escuchar esa canción. 

Del mismo modo, Alec Baldwin y Russell Brand, como los encargados de la barra, le dan al filme una muy necesaria dosis de comedia con sus pequeñas intervenciones, entre las que vale destacar un dueto que probablemente será el que más carcajadas provoque en la sala.  Sus personajes tratan de salvar su negocio de las garras de los grupos moralistas, liderados por la esposa del alcalde (Catherine Zeta Jones), en una sub trama que al final resulta inconsecuente y abona al pobre ritmo narrativo del largometraje. 

Es cierto que la buena música y el tremendo trabajo del reparto secundario no compensan una mala dirección, mala producción y un mal libreto, pero pecaría de mentiroso si dijera que no me entretuve con partes de Rock of Ages. Fue una experiencia similar a estar en una barra durante una sesión de  karaoke: la mayoría de la gente no sabe cantar pero su entusiasmo y la música te contagian.

Si en el cine vendieran alcohol, cabe la posibilidad de que pudiera ser vista como una obra maestra.