Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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Las malas noticias suelen ser recibidas con lágrimas y desasosiego. Es lo natural. Pero también hay humor -debe haber humor- aunque éste sólo se haga presente eventualmente, pues las risas son vitales para sobrellevar cualquier adversidad y son un gran beneficio en el proceso de sanación.
El excelente largometraje 50/50 presenta con una brutal honestidad esta dicotomía sin acercarse al melodrama que suele prevalecer en las historias que giran en torno al padecimiento del maldito cáncer. La película se basa en las experiencias vividas por el guionista, Will Reiser, y cómo enfrentó un diagnóstico de cáncer espinal que le daba un 50 por ciento de probabilidad de sobrevivir.
Reiser, con suma sinceridad y una voz claramente autobiográfica, transfiere sus vivencias al personaje de “Adam” -interpretado por Joseph Gordon-Levitt-, un joven atlético y en excelente condición física que desarrolla esta devastadora enfermedad. Su primera tarea es dejárselo saber a sus seres más cercanos: su mejor amigo, “Kyle” (Seth Rogen), su madre (Angelica Huston) y su novia, “Rachael” (Bryce Dallas Howard), con la que ha tenido problemas. Sin embargo, está seguro que permanecerá a su lado, porque, ¿quién sería capaz de abandonar a un paciente de cáncer?
El mayor aliado de “Adam” en su lucha es “Kyle”. Rogen prácticamente hace de sí mismo, por haber sido el amigo de Reiser que estuvo con él durante el duro proceso y luego lo motivó a escribir un libreto al respecto. “Kyle” parece aprovecharse de la condición de “Adam” para acostarse con mujeres sin jamás tomar el cáncer en serio, pero es una táctica muy bien pensada y dirigida al bienestar de su amigo. Las escenas entre Gordon-Levitt y Rogen son las que sirven para subirnos el ánimo. Es donde encontramos las carcajadas dentro del drama y genuinamente nos hacen reír.
Las actuaciones secundarias son equitativamente encomiables, en especial la de Anna Kendrick como la terapista/interés amoroso que guía a “Adam” y le sirve de consejera durante los momentos más sombríos de su nueva realidad. Kendrick es idónea para el papel a la vez que contrasta con el de Dallas Howard, quien cada vez perfecciona aún más sus roles que dan gusto odiar. Huston, aunque en una parte más reducida, le ofrece al filme una importante figura maternal y su aportación es indispensable durante las escenas más conmovedoras.
Gordon-Levitt tiene sin duda el trabajo más duro de la película, porque lo que distingue a 50/50 sobre otros dramas similares es que, a pesar de que “Adam” se ve rodeado de personas que desean ayudarlo, al final lo cierto es que una condición como esta se atraviesa solo. El joven actor expone esta cruda verdad con un trabajo histriónico cargado de solemnidad y frustración, sentimientos que transmite al espectador a lo largo de sus distintas etapas.
Por si no ha quedado claro, el destino del protagonista está vinculado a su contraparte en la vida real. Pero aún a sabiendas del desenlace, 50/50 es una maravillosa experiencia cinematográfica. La dirección de Jonathan Levine resalta la honestidad que se halla en el centro de la historia sin caer en lo trillado, a la vez que logra sacar tremendas actuaciones de su buen elenco.