Conociendo a Bela Tarr: “Werckmeister Harmonies”
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 18 años.
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Siempre me resulta emocionante descubrir la filmografía de un director con una carrera ya establecida. Elegir con cuál película comenzar es una decisión crucial debido a que servirá como la primera impresión que me llevaré de su trabajo. Con Kurosawa fue “Seven Samurai”; con Fellini “La Strada”; con Lynch “Mulholland Dr.” y con Kubrick “A Clockwork Orange”.
Esas cuatro piezas cinematográficas me transformaron instantáneamente en un fiel admirador de cada uno de esos destacados cineastas. Hace poco, el turno le tocó al húngaro Bela Tarr y su hipnotizante “Werckmeister Harmonies”.
En esta ocasión, el reconocidísimo crítico de cine Roger Ebert hizo la elección por mí al incluir la mencionada cinta en su excelente listado “Great Movies”. Pero más que su reseña del filme -la cual pueden leer aquí- lo que primero captó mi atención fue la fotografía del largometraje que antecedía al texto y que les presento a continuación:
En ella se ve como “Janos” (Lars Rudolph) observa el inmenso ojo sin vida de una ballena que forma parte de un excéntrico circo que llega a su pueblo.
Basto con esa imagen para que de inmediato colocara el DVD de la película en la posición número uno de mi lista de alquileres en Netflix. Tan pronto llegó a mis manos, reservé una noche para dedicarle mi atención. Después de todo, esta sería mi primera cita con Tarr. Lo que aconteció fue algo que muy raras veces me ha sucedido: luego de ver la primera escena, le di para atrás y la volví a ver… y la volví a ver, y la volví a ver.
Terminé parando el disco sin poder pasar de esa escena, de cerca de diez minutos de duración, compuesta por un sólo tiro de cámara. En ella aparece “Janos” explicándoles a una docena de borrachos cómo ocurre un eclipse solar. Ustedes se preguntarán “¿y qué tiene de especial esa situación?”, y para responderles, prefiero dejar que la escena hable por si misma:
Quizás pensarán que estoy exagerando, pero lo que acaban de ver es uno de los momentos más hermosos que he tenido la dicha de apreciar en un filme. Quedé profundamente conmovido por esa escena. La forma como “Janos” describe lo que sucede durante ese fenómeno astronómico y luego se marcha de la barra rodeado por una fría oscuridad, provocó lágrimas en mis ojos.
Al otro día en el trabajo encontré ese vídeo en Youtube y lo puse una y otra vez mientras laboraba para escuchar su melancólica melodía. Esa misma noche, le mostré la escena a mi esposa y comprobé su magnético poder, ya que a ella casi nunca le atraen las películas “raras” –su descripción- que yo alquilo y esta vez se mostró interesada.
No fue hasta el otro día que finalmente decidí que iba a ver el resto de la cinta, curioso por conocer si Tarr podría mantener la misma alucinante atmósfera que manifestó en esos primeros minutos. Me complace decir que no sólo la consiguió, sino que la superó.
“Werckmeister Harmonies” se compone de 39 tiros de cámara en 145 minutos de película, una hazaña sumamente admirable. Estas escenas ininterrumpidas, espléndidamente filmadas en blanco y negro, cautivaron mi atención como si fueran parte de un sueño –a veces un tanto fantasmagórico- del cual no quería despertar.
Al buscar más información sobre Tarr descubrí que el director, a pesar de que no es muy conocido, lleva casi 30 años en la industria. Su más reciente largometraje, “The Man From London”, fue laureado en la pasada edición del Festival de Cannes con el premio “Golden Palm”. El galardón quizás sea suficiente para que este lado del hemisferio se interese por su trabajo.
En lo que a mi concierne, podría decirse que tengo un “nuevo amor” cinematográfico. De más está decir que –si les gustó lo que vieron en ese vídeo- les recomiendo que alquilen “Werckmeister Harmonies”. Les prometo que será una experiencia única.