Captain Phillips
Tom Hanks da una de los mejores actuaciones de su carrera en el excelente largometraje del director Paul Greengrass.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 11 años.
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No me había percatado de qué manera tan profunda había clavado sus garras en mí el increíblemente tenso largometraje Captain Phillips sino hasta sus últimos cinco minutos.
Durante poco más de dos horas –que se sienten interminables, pero en el buen sentido-, el director Paul Greengrass realiza la difícil labor de que un hecho verídico, cuyo desenlace podría ser conocido por muchos en la audiencia, parezca que podría terminar de la mejor o peor manera posible. Tal y como lo hizo con United 93, haciéndonos revivir cronológicamente los espantosos atentados del 11 de septiembre de 2001, Greengrass –junto al guionista Billy Ray- adapta otro hecho noticioso a la pantalla grande y nos mantiene cautivos en él con su singular estilo cinematográfico que persigue, ante todo, la verosimilitud.
En esta ocasión, Greengrass y Ray se basan en el testimonio de Richard Phillips, capitán de un navío de carga que fue secuestrado por piratas somalíes y cuya historia fue recogida en el libro A Captain’s Duty: Somali Pirates, Navy SEALS and Dangerous Days at Sea, escrito por el propio Phillips junto a Stephan Talty.
Para encarnar a Phillips, la producción recurrió a Tom Hanks, actor cuyo talento es incuestionable y que no deja de sorprender con su estupenda actuación, una que se coloca fácilmente entre las mejores de su prolífica y respetable carrera. Tras medio centenar de películas, Hanks es un actor al que nada le quedaría por demostrar, pero su trabajo en Captain Phillips apunta a lo que muy bien podría ser una nueva faceta en su trayectoria, una que quizá aún no ha alcanzado su cenit.
Los hechos se remontan a abril del 2009, cuando el embarcación mercantil MV Maersk Alabama fue abordada por cuatro piratas somalíes que vigilaban las aguas adyacentes al Cuerno de África en busca de barcos para secuestran a cambio de recompensas. Phillips y su tripulación estaban preparados para un posible encuentro, y así lo muestra Greeengrass con minuciosa atención, detallando los pasos a seguir para contrarrestar este tipo de ataque. Si algo queda absolutamente claro en la cinta, es que todo el mundo, incluyendo los piratas, sabe al pie de la letra lo que está haciendo.
Hay quizás unos 20 minutos de relativa calma antes de que el filme se convierta en una olla de presión que va incrementando lentamente lo que está en juego, principalmente la vida de Phillips, quien pone la seguridad de su tripulación ante todo. La sofocante atmósfera escala rápidamente cuando la acción se transfiere del enorme navío a una lancha de rescate, introduciendo un elemento claustrofóbico que solo sirve para intensificar la trama.
El guión de Ray se esmera no solo por desarrollar al personaje de Phillips, sino a los de sus secuestradoras. Entre los cuatro, sobresale el actor Barkhad Abdi, como Muse, líder de los piratas que juega un papel tan vital para la película como el de Hanks. Entre Phillips y Muse se manifiesta una camaradería en la que se deja claro que la riña no es personal sino impulsada por poderes mayores que ellos. En el caso de Muse son los viejos jefes de su tribu, que lo obligan cometer estos crímenes para conseguir el dinero que no tienen ni tendrán.
Por su parte, Phillips cuenta con el apoyo del gobierno de Estados Unidos y su poderoso despliegue militar, uno que en cierto momento toma las riendas de la situación mediante el equipo elite de los Navy SEALS. Vale la pena notar la frialdad con la que Greengrass expone a este grupo de expertos militares, que funcionan como máquinas sin emociones, entrando y saliendo de situaciones de extrema peligrosidad con la misma aparente normalidad con la que usted o yo vamos de compras al supermercado. Esto contrasta con la representación de los piratas, quienes –con la excepción de uno, el más bravo de todos- poseen la complejidad moral de cualquier ser humano común.
La cámara de Greengrass se mantiene constante movimiento –como es su estilo, aunque no al extremo que vimos en The Bourne Supremacy-, capturando la acción desde distintos ángulos. Sus tiros se van haciendo cada vez más cerrados a lo largo de la película, abonando a la sensación de claustrofobia. Junto a la fantástica edición de Christopher Rouse y la pulsante banda sonora de Henry Jackman, el filme es probablemente el mayor logro en la filmografía de Greengrass.
Sin embargo, la efectividad de Captain Phillips no es totalmente evidente sino hasta esos últimos cinco minutos, y si no quiere saber lo que ocurre en ellos, pare de leer aquí, ya que considero meritorio mencionarlo.
Obviamente, si Phillips escribió el libro, se sabe que sobrevivió el secuestro. Es aquí cuando Hanks da una de las mejores demostraciones de su talento –quizá la mejor- cuando expone las consecuencias de su calvario en una combinación de alivio, incredulidad y terror que lo dejan atónito. La escena final funciona como una válvula de escape en la que finalmente se nos permite exalar, y su poder es tal que resulta difícil aguantar las lágrimas.