Por segundo año consecutivo, los Tigres de Detroit, que el año pasado llegaron a la Serie Mundial contra los Gigantes de San Francisco, han avanzado hasta las etapas finales de la postemporada, por lo que, de seguro, en algún momento a alguien le interesará hablar con el ex lanzador boricua Guillermo Hernández.

De hecho, el año pasado, un grupo de periodistas de Estados Unidos vino a la Isla con el fin de entrevistar a quien por aquellos lares aún recuerdan como Willie Hernández y es una de las figuras más legendarias de la historia reciente de esa franquicia.

Pero se fueron sin lograr que accediera a hablar con ellos el ganador del Premio Cy Young y del Jugador Más Valioso de la Liga Americana en 1984, el último año que lo Tigres ganaron una Serie Mundial.

¿La razón?

El otrora relevista zurdo nacido en Aguada, quien en noviembre cumplirá 59 años, atraviesa por una conversión religiosa y, al parecer debido a esta creencia, rehúsa hablar de béisbol y dedicarse a otra cosa que no sea predicar.

“Una vez sí nos reunimos un grupo de amigos suyos”, recordó hace poco el extoletero de Grandes Ligas, Benigno Ayala, “y fuimos a visitarlo”.

“Él nos atendió de lo más bien, pero nos hizo bien claro que no íbamos a hablar de béisbol”.

Hoy en día, Hernández divide su tiempo entre la República Dominicana y Aguada, donde vive en una humilde casita que le dejó su padre al morir.

“Hay por lo menos dos días a la semana que se encierra en su cuarto solo, y se la pasa predicando”, dice Ayala, quien es el representante local de la organización Baseball Assistance Team (BAT), la cual se dedica a velar por el bienestar de los ex peloteros de Grandes Ligas.

Ayala explicó que Hernández sufrió un gran golpe al morir uno de sus hijos y, luego, al divorciarse hace unos 10 años. En determinado momento, el hombre abandonó su casa en la urbanización carolinense Vista Marina -donde tenía un yate-, borró su pasado y se lanzó a predicar.

Entre los objetos que dejó abandonados fueron sus trofeos del Cy Young y Más Valioso, los cuales Ayala y otros amigos hallaron encerrados y parcialmente destruidos por el comején.

Y pese a que su situación económica no es la mejor, Hernández rehúsa participar en actividades de firma de autógrafos o hacer presentaciones personales, ni está disponible para hablar de aquella gloriosa campaña en la que, dotado de un devastador lanzamiento de tirabuzón, acumuló un récord de 9-3 con 32 salvados y 1.92 de efectividad en 140 entradas y se convirtiera en apenas uno de los cuatro relevistas que han ganado también el premio al Jugador Más Valioso.

Qué pena, ¿verdad?