En la Biblia se cuenta la historia de una mano que apareció en la pared y escribió las palabras “Mene, Mene, Tekel, Uparsin” (Daniel 5:25). Hace tiempo que esta mano apareció para Puerto Rico y dejó la escritura en la pared, pero parece que, al igual que Babilonia y el rey Belsasar, seguimos en negación y con ello no hacemos los ajustes para movernos en un cambio radical e indispensable. 

En los pasados tres meses he ofrecido unas seis charlas a estudiantes universitarios. Una de las preguntas que más me aterra hacerle a la audiencia es cuántos tienen planes concretos de irse de Puerto Rico. La respuesta siempre ha sido que cerca de la mitad anda en esas. Esto pasa tanto en las universidades privadas como en los recintos de la Universidad de Puerto Rico (UPR) donde me he presentado. 

Esto es una tragedia, no solo porque se van, sino para nosotros. Me explico. Según el Perfil Oficial del Migrante para el 2013, el 46% de quienes se fueron de Puerto Rico tiene estudios postsecundarios o más. De hecho, quienes se han estado yendo son más jóvenes, con menos educación académica (se van todos/as, no solo profesionales con grados académicos como antes) y mayormente mujeres. Para ese año unas 74,000 personas se mudaron de Puerto Rico (202 al día) y regresaron unas 25,000. Quienes regresan tienden a ser personas más adultas, mayormente hombres y con menor escolaridad que el resto de la población. 

Dos de cada tres estudiantes en la Isla son de escuela pública (partiendo de que es cierta la premisa de que hay 150,000 estudiantes de escuela privada, lo cual no se puede probar del todo por la negativa de algunas instituciones educativas para proveer información al Estado). Si partimos de la premisa de que la migración boricua es representativa (sabemos que no del todo, pero sirve para esta columna) y sabiendo que el 46% de quienes se fueron tiene estudios postgraduados (22,000) y que dos de cada tres estudiaron en escuela pública (32,340), estamos hablando de una cifra abrumadora de gastos públicos emitidos para que estas personas no produjeran aquí. 

Imagínese que Walgreens les pagara a esos miles que se fueron para prepararlos para que trabajaran allí, y cuando finalmente se gradúan y les corresponde devolver a esa cadena lo que recibieron se van a trabajar a CVS. Eso le pasa a Puerto Rico cuando estos jóvenes se van para Florida y producen allá. 

Si usted saca los números es impresionante. Como no tengo los datos para sacarlos exactamente, imagínese que de esos 32,340 el 60% terminó la escuela pública. Si los 19,404 aprovecharon los fondos públicos que van a las escuelas por 12 años entre kínder y escuela superior y luego de los 49,000 que se fueron unos 15,000 estudiaron en la UPR, estamos hablando de una inversión billonaria que se nos fue a producir a otro lugar. Saque cuenta con esto pasando todos los años por la pasada década. Si cada estudiante hoy día en la escuela pública nos cuesta cerca de $8,000 anuales y cada estudiante de la UPR nos cuesta cerca de $23,000, haga la suma. Aun si miras atrás con los presupuestos menores de pasadas décadas y sacas el valor presente sigue siendo una astronómica cifra de dinero “botado” para fines locales. Claro, parte de esos fondos son federales, pero esos son dados mayormente para estudiantes con necesidades especiales para hacerlos productivos en Puerto Rico. 

Así que no hay duda: donde más botamos el dinero ya sea porque no educamos o porque cuando lo hacemos no termina siendo oficioso porque se nos va el educado es en el Departamento de Educación de Puerto Rico y en la UPR. Usted puede sumar y restar todo lo otro que gastamos en todo lo demás que quiera y aun así no hay forma de que llegue al nivel de estas dos agencias y el dinero botado en ellas. 

Y todo para que el 40% de los estudiantes no termine la escuela. Para que menos del 10% domine las matemáticas, las ciencias o la comprensión de lectura. Para que estemos en la posición número 58 entre los 65 países con la muestra que enfrentó las pruebas PISA, para que nuestros niños de educación especial no reciban lo que merecen. En fin, todo ese dinero literalmente es botado. Por eso me hierve cuando veo que no hay voluntad de cambiar el sistema desde sus raíces. Aquí he escrito decenas de propuestas, desde escuelas autónomas, adoptar el sistema de Corea del Sur, el de Finlandia, el de Massachusetts. Claro que hay historias de éxito, pero ¿de qué nos sirven 200 historias de éxito con 401,000 de lo contrario? 

¿Cuándo vamos a hacer lo que hay que hacer? Los modelos están ahí, cada vez es más barato hacer ajustes en la educación con la entrada de la tecnología y aplicaciones que se usan alrededor del mundo. El resto del globo nos come los dulces y seguimos protegiendo grupos de interés para ganar elecciones mientras nos pasan por el lado naciones que antes nos miraban como su ejemplo a seguir. He estado leyendo varios libros recientemente que pueden ayudarle a usted a proponer algunos cambios concretos, como los que menciona Joel Klein en “Lessons of Hope: How to Fix Our Schools” y sus cambios en la ciudad de Nueva York, o los que proponen Michelle Rhee y su New Teacher Project o el libro “Radical: Fighting to Put Students First”. O lo atrás que nos estamos quedando, no solo en Puerto Rico sino en EE.UU. como dicen Claudia Goldin y Lawrence Katz, de Harvard, y “The Race between Education and Technology”. Igual dice Tony Wagner en “Creating Innovators: The Making of Youg People Who Will Change the World”. 

Lo único que tiene Puerto Rico para competir con el resto del mundo es el cerebro de los boricuas. Ahí es donde se da nuestra guerra para crear aplicaciones, inventos, medicamentos, patentes, etc. Las alternativas están publicadas y los cambios dispuestos a implementarse. Si mi pueblo no cambia no es por falta de conocimiento, es por falta de interés. La escritura estaba en la pared desde los años 80, cuando los países que mencioné revolucionaron sus modelos educativos. Si eso no lo comprendemos ya y por tanto no hacemos profundos y radicales cambios al modelo educativo nuestro, no importa si somos estado, libre, asociado o colonia… siempre estaremos colonizados por la mediocridad.