La educación a distancia no es igual para un niño pobre que para uno con billete. Ya está más que estudiado que la súper complicada movilidad social se estanca caóticamente cuando la educación es más bulo y trola que herramienta de desarrollo socioeconómico. El NY Times y The Economist han publicado múltiples artículos con los epítomes en la materia educativa y de salud planteando que las consecuencias de cerrar las escuelas son tan graves para la niñez sin recursos económicos, que según dichos expertos, es hasta mejor dar clases con los riesgos de salud que conlleva. Aunque no comparto dicha opinión para Puerto Rico, sin duda las implicaciones de no darle clases por tan largo período de tiempo a estudiantes -que ya pasaron por esto tras María y los terremotos- no lo comprenderemos hasta dentro de décadas. Es un crimen contra los pobres que al comenzar este semestre no tuviéramos ni las computadoras, ni las tabletas, ni el internet y no tuviéramos los módulos listos para educar a nuestros desventajados. A eso, hay que sumarle que es doblemente compleja para la niñez puertorriqueña que vive en zonas rurales en donde la conexión a internet no soporta una videoconferencia.

Frustración, impotencia y angustia es parte del relato de algunas madres y padres para describir lo que están enfrentando sus hijos con la educación a distancia cuando no pueden ver lo que la maestra muestra en la pantalla o escuchan el audio entrecortado por la pobre conexión. A eso súmale los problemas de concentración que puede tener un niño en edad escolar cuando la comunicación no es clara y la tentación desde casa abunda. En cientos de hogares se debe estar tomando la decisión de cuál de los padres tendrá que renunciar a su trabajo para asistir a los menores en la casa mientras toman las clases en línea.

Ante esta realidad, Educación prometió entregar módulos impresos al estudiantado con problemas de conexión a internet que no tienen un dispositivo para tomar la clase en línea. Al menos 90,000 estudiantes tuvieron que optar por módulos didácticos impresos para comenzar las clases porque no tenían computadoras y otros que, aún con las computadoras, no les funcionó bien el aparato tecnológico. Sin embargo, casi seis meses desde que se declaró la pandemia no fueron suficientes para que la agencia se asegurara de redactarlos, imprimirlos, entregarlos a tiempo el día que comenzaron las clases; y lo más importante, no se aseguraron de que no tuvieran errores. En el programa Jay y sus Rayos X, la compañera Tatiana Ortiz Ramírez, reportó cómo al 1 de septiembre todavía no se han impreso los módulos didácticos. Ante la ineficiencia de Educación, los padres y madres preocupados han tenido que buscar la manera de imprimir los módulos de su bolsillo, lo que puede costar entre $140 y $200 por estudiante. Y, lo más triste, es que a Educación le dieron $530 millones de fondos Restart tras María, $250 millones de la Junta tras pandemia y $350 millones de Cares para apoyar la educación y el secretario Eligio Hernández tampoco pudo asegurarse de utilizar el dinero para atender este problema, aunque sí usó la pandemia para atornillar a su personal de confianza.

Pero para completar la negligencia, le echa la culpa a unos demandantes que perdieron la demanda de forma fatal y final en febrero y todavía los módulos, que fueron redactados por un grupo de maestros, no fueron revisados; y expertos en matemáticas y ciencias consultados identificaron ecuaciones y problemas matemáticos que inducen a errores elementales. Señor secretario de Educación, esos son los datos. No es bulo lo que estamos reportando. Es sencillo: usted y su equipo dirigen la agencia para cumplir con la Constitución y garantizar la educación de cada niño y niña. En usted confiábamos y usted fracasó. Hasta se atreve pedir 900 impresoras industriales fuera de PR el 27 de agosto; a ver si ahora se pueden imprimir los módulos que se supone estuvieran hace un mes disponibles. ¿Qué más fracasado que admitir que no imprimió, ni tuvo disponible los materiales básicos para el semestre y los que tuvo tenían errores?

Los padres y madres de estos 90,000 menores merecen con urgencia una solución, más que echar culpas a los demandantes, bajo usted miles pasaron de grado sin cursar su semestre y cientos de miles van por el mismo camino. Quizás para usted era más importante atornillar a sus empleados de confianza. Quizás para usted estos son bulos, quizás yo podría explicárselo, pero no puedo entenderlo por usted.