Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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Hace 17 años, en una semana como esta, yo me encontraba corriendo con los preparativos de mi boda. Si era delgada, me puse esquelética con tanto nervio y, para colmo, me comenzaron unos dolores de cabeza, que no entendíamos hasta que descubrimos que era por causa de una muela, que me llevó a la silla del dentista para que me hicieran un root canal.
¡Qué pesadilla a tres días de mi boda! Cómo era posible que a días del momento más esperado por mi, yo estuviera con mi cachete inflamado. Pero esas son las cosas inesperadas que pasan en los momentos especiales.
Me acuerdo que la noche antes no podía dormir. Mis madrinas me llevaron a dar una vuelta, querían que comiera y yo no tenía hambre; en fin, fue una noche larga.
Llegó la mañana del 31 de octubre del 1998. Ese día me convertí en la señora Arce delante de un pueblo y, sobre todo, de Dios e hice pacto de amor con mi amado José Juan.
Fue el día más feliz de mi vida, y sigue siendo, pues no hay año que no celebremos nuestro amor, nuestra unión, nuestro matrimonio.
Como toda pareja hemos tenido nuestros momentos altos y bajos. Yo siempre digo que mi matrimonio es como una girita al Yunque, con sus subidas, bajadas, piedras, lluvias y cascadas, pero siempre respirando aire fresco y disfrutando de un verdadero paraíso.
No tengo un matrimonio perfecto como muchos creen, porque tenemos, como todos, esos momentos donde se levantan las diferencias. Pero el amor es tan maravilloso que cubre todas las carencias que tenemos y nos lleva a enfrentar la vida en pareja con respeto, confianza, ayuda mutua, comprensión y, sobre todo, siendo amigos. Y es así, sin lugar a dudas, que hemos logrado un matrimonio sólido y con la fe de que será hasta que la muerte nos separe.
Estoy a tres días de celebrar los 17 años de casada, donde una vez más le doy gracias al Señor por primeramente habernos unido y ser nuestra roca. Por darme un hombre maravilloso que balancea mi vida, es mi amigo, cómplice, me comprende y me permite ser yo. Pero sobre todo, por ser un hombre de Dios que me ama, respeta y me valora.
Son 17 años de amar, honrar, respetar, cuidar y serle fiel. Donde también celebro los dos regalos más maravillosos de esta unión, del fruto de nuestro amor: nuestras hijas.
Soy feliz, agradecida y anhelo con todo mi corazón que, así como yo he sido bendecida, todos los matrimonios lo sean. Que seamos de inspiración y testimonio para los más jóvenes, y que aquellos que celebran como yo o más años, puedan cada día enamorarse más uno del otro.
¡Feliz aniversario!
¡Dios les bendiga!