Mujer, hay momentos en la vida en los que no podrás ocultar tu desilusión; en los que te encontrarás cansada de cubrirte con las piedras que te han tirado y bien dolida por aquellos que te decían apreciar y te han abandonado. Puede que estés cansada de verte utilizada, señalada, juzgada y minimizada por aquellos que dicen tener un título o una plataforma. 

Así se encontraba una amiga con la que hablé en estos días. Y le pregunté: “¿Y qué vas a hacer?” Su respuesta fue: “No sé, pero estoy harta de todo. Me siento sola y sin fuerzas para pelear, para defenderme. No es justo que me sienta de esta forma, cuando yo solo he querido salir hacia delante de una forma honrada por el bien de mis hijos y el mío”.

En ese momento solo se me ocurrió decirle:  “Pues qué bueno… porque ya es hora de que dejes ir  la desilusión, el cansancio, el coraje y el dolor. Y solo se podrán ir cuando te rindas, porque nada de eso te pertenece”. 

Cuántas veces luchamos con sentimientos traídos por las inseguridades y envidias de otros. La vida no es color de rosa y menos para nosotras, porque muchas veces somos amadas y odiadas, curiosamente con la misma intensidad. Y lo maravilloso es que es con o sin sentido. Esto es porque nos encontramos en nuestro caminar con personas que, de gratis, ya que sin tratarte -o sea, sin darte la oportunidad de conocerte- sencillamente deciden tacharte. Como también puede ser porque ven en ti lo que ellas no han alcanzado. Por eso comienzan la tarea de cómo drenarte día a día.

Ahora, lo preocupante de esto es ver cómo muchas mujeres les afecta grandemente esto. Ellas se levantan día a día verbalizando que las odian, envidian y rechazan. Entienden que todo lo negativo que les ocurre es por causa de lo mismo.

Pero, ¿cuán real puede ser todo esto? ¿Cuánta influencia pueden tener estos comentarios o actitudes hacia la vida de una persona?

Para la gran mayoría, mucho. Creo que le dan demasiada importancia, sin merecerlo. Y al hacerlo en cierta forma le dan poder sobre sus vidas por causa de esos comentarios o actitudes.

Tú tienes el derecho de escoger quiénes te pueden influenciar,  procura pues, que sea para bien. Recuerda, nadie te puede humillar a menos que tú se lo permitas.

Y como le dije a mi amiga al final, sobre todas las cosas nadie mejor que Dios para que te dé la sabiduría, el entendimiento y fortaleza para desprenderte de todo aquello que te roba la paz. Verbaliza cada día sus promesas que son de bien y procura tener el gozo que solamente Dios te puede dar.

¡Dios te bendiga!