El ser humano es bien emocional, sobre todo nosotras las mujeres.  Es por eso que muchas veces, de acuerdo a como se sienta, busca lo que necesita escuchar a través de la música, de esas canciones que puedan apaciguar o fortalecer ese sentimiento del momento.  

Canciones que traigan a nuestra memoria momentos lindos, felices, tristes, dolorosos y hasta confusos. O canciones que provoquen en nosotras el cantar, reír, llorar y hasta tener coraje.

Pero para mi no hay mejor canción que aquella que trae paz, sanidad al corazón y que son bálsamo para tu alma.

Ahora, ¿qué pasa cuando, de la nada, sin tú buscarlo o esperarlo, escuchas una canción que sin poderte contener lloras, pero no de tristeza ni por ninguno de las emociones o sentimientos mencionados anteriormente, sino por agradecimiento?

Me pasó recientemente. Cuando yo era chica, pertenecía al coro de una iglesia. Allí aprendí canciones hermosas, viví momentos lindos y especiales que marcaron mi niñez. 

Jamás pensé que el volver a escuchar una de las canciones que aprendí en ese coro provocara en mi tanto sentimiento. Una canción sencilla… pero que todavía me llena de emoción. 

Te parecerá sin importancia o, sencillamente, veas tonto lo que te estoy compartiendo, pero es que esa letra hoy día es mi realidad. 

Esa canción habla del que me transformó, del que cambio mi vida… mi amigo Jesús, mi amigo más fiel. Solo Él es fiel, es amor y verdad.

Porque solo en Él encontré esa paz que buscaba y solo en Él encontré la verdadera felicidad…

Escribiendo estas líneas, no puedo dejar de llorar y, ¿sabes por qué? Porque en mi corazón hay agradecimiento. Sí, ese es el sentimiento que constantemente aflora en mi corazón, hacia aquel que me perdonó. Quien sanó mis heridas y le dio un giro poderoso a mi vida. 

En aquel momento la cantaba sin entender pero, como dice en su palabra: “De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:5). 

Ahora, ¿cómo no emocionarme y agradecerle al que cada día renueva mis fuerzas, al que me permite caminar con conocimiento?

Él me llena de su amor, de su paz y misericordia sin merecerlo.

Te confieso que estas son las mejores lágrimas que tú y yo podemos derramar: las lágrimas de agradecimiento al que nos mantiene de pie, al que no nos abandona y nos defiende. Al que siendo nosotras imperfectas y sin merecerlo nos sigue amando.

Mujer, no busques canciones que te lastimen, o te alejen de lo que nuestro corazón merece oír para agradar al que vive en Él. 

Te invito hoy que escuches o levantes un cántico de agradecimiento al único que te puede dar paz, fortaleza, sanidad, fe, esperanza,  gozo, ánimo, gracia, favor, amor, sabiduría y, sobre todo, salvación. 

Solo en Él encontré… la felicidad.

¡Dios te bendiga!