Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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Cuántas veces te has preparado para algo y llega el momento en el que se abren las puertas, todo comienza a caer en su lugar, personas que ni conoces te proveen las herramientas.. y cómo es que comienzas a ver más de lo que esperabas. Sientes paz, sabes que Dios está en medio de lo que va a comenzar. Y es ahí donde reconoces que llegó el día de tu regalo, de tu bendición, de tu recompensa.
¡Waooo, por fin! Frase común en nuestros labios para ese momento. Pero, de momento, puff... algo pasa, comienzan a suceder cosas ajenas a tu voluntad, ajenas a tu bendición; sencillamente situaciones de emergencia que exigen tu presencia y tu intervención. O, probablemente, se levanta la inseguridad.
Y, claro, sientes o piensas que se aleja el día de tu bendición o, simplemente, que nunca existió.
Mujer, sí pasa, y cuando es así yo he llegado a la conclusión, y he creído, que cuando viene una gran bendición, muchas veces el enemigo se levanta nada más y nada menos que para tratar de robártela, de provocar confusión, mucha ansiedad y hasta el deseo de rendirte.
El enemigo siempre busca destruir el plan de Dios. Y es bien fuerte porque de momento, de la nada, te ves en un proceso con dolor, con sentimientos encontrados, no entiendes nada, a veces hasta te preguntas por qué tiene que pasar esto justo cuando ya estás a punto de celebrar, o por qué la gente que tú amas y respetas, en ese preciso momento, se vuelven contra ti. ¿Cómo es posible que tu inseguridad te lleve a entregarle a otros lo que te pertenece, lo que Dios quiere para ti?
Pero, sabes qué, no puedes ni debes permitir que esos momentos te alteren y revolucionen tu sistema. Es ahí donde tú tienes que confiar y no perder la paz. Solo tienes que estar alerta y con sabiduría comenzar a retomar el camino de tu bendición. Probablemente te la atrasen en lo que te enfocas, pero no te la podrán quitar. Si tú crees en Dios y crees en sus promesas, Dios te dará la solución que necesitas, pues Él conoce cada detalle y te dará la victoria sobre aquel que se levante en contra de tu bendición.
Esa amenaza de guerra parecerá eterna, pero no lo es. Dios sigue siendo fiel y lo que Él te prometió se cumplirá.
Así que levántate, arrebata lo que es tuyo, demuestra que tu Redentor vive y que con Él somos más que vencedoras.
¡Dios te bendiga!