Nos tocó: entender que la fuerza de la naturaleza manda y que puede, de un momento a otro, cambiar el rumbo trazado, los planes y destruir lo que costó años construir.

Nos tocó: aprender que no es sensata la actitud de dejarlo todo para última hora, de pensar que “eso no viene pa’ cá”, de que siempre es lo mismo, de que a última hora cambia la ruta y se va, y que “Dios es boricua”.

Nos tocó: vivir una emergencia sin precedente y ver la vulnerabilidad de nuestra querida Isla ante esos fenómenos.

Nos tocó: recordar lo importantes que son los vecinos y lo importante que es llevar una buena relación con ellos, porque en estos momentos son la “familia” más cercana que tenemos.

Nos tocó: darnos cuenta que lo más valioso que tenemos es la vida y que lo material es secundario.

Nos tocó: vivir la falta de comunicación y entrar en razón de como a veces no nos comunicamos lo suficiente con nuestros seres queridos y desperdiciamos y mal usamos esos mismos medios que hoy anhelamos tener.

Nos tocó: saber que no es importante lo que perdimos, sino lo que tenemos y que muchas veces no le damos importancia.

Nos toca: reconciliarnos con nuestro sentido patrio, el amor y la compasión. 

Nos toca: pensar en otros pueblos que también sufren y necesitan tanto o más que nosotros.

Nos toca: ayudar a nuestras familias, a los vecinos, a quien no conocemos y necesita, a los deambulantes, a los animalitos de la calle.

Nos toca: vivir en carne propia lo que otros pueblos han vivido y aceptar con humildad y agradecimiento la ayuda que recibimos de países vecinos.

Nos toca: dejar a un lado diferencias religiosas, sociales y políticas, y confundirnos y enfocarnos en un fin colectivo de levantar nuestro país.

A todo equipo de trabajo de la gira 40... y contando nos tocó: vivir la emergencia fuera de la Isla. 

Ahora nos toca: velar por nuestras familias y ayudar en todo lo que esté a nuestro alcance para reconstruir.

¡Camínalo!

(Reflexión hecha volando de regreso a Puerto Rico desde Panamá)