La conclusión del Departamento de Regulación Profesional y Ocupacional (DPOR, por sus siglas en inglés), del estado de Virginia, en su investigación sobre lo sucedido en el combate entre Prichard “Digget” Colón y el estadounidense Terrell Williams resultó, en mi opinión, en una lavada de cara a todos los involucrados en un esfuerzo, nuevamente a mi entender, de ir creando un récord administrativo que minimice o derrote los alcances de una futura demanda de daños y perjuicios. 

Vale recalcar que dicha investigación surge por iniciativa propia del DPOR y no por una querella radicada por el grupo de trabajo de Colón (16-1, 13 KO) y que estos últimos no respondieron a requerimientos de participar en el proceso. 

De entrada, el DPOR reconoce que no tiene poder sobre ninguna otra persona que no sea Williams (15-0, 12 KO), el único licenciado por Virginia, y que el resto de los involucrados son meros contratistas del estado. 

El informe de diez páginas que acompaña el escrito final, que no encuentra fallas regulatorias a ninguno de los oficiales ni los médicos, no hace constar el número de golpes a la nuca lanzados y/o conectados por Williams, sobre quien concluye no hay base para iniciar acción disciplinaria en su contra, ni un desglose de éstos por asaltos. 

Sí reconoce que hay desacuerdo sobre si algunos de estos merecían o no ser decretados ilegales (“fouls”) y posteriormente menciona que del árbitro Joseph Cooper haberlos decretados durante los primeros cuatro asaltos (Cooper cantó el primer “foul” en el quinto asalto) pudiera haber impedido que la “tensión escalara” llegando al golpe bajo propinado por Colón, que fue penalizado con la deducción de dos puntos, en dicho asalto. 

Menciona también que Colón parecía frustrado con los golpes lanzados a su nuca por Williams y que Cooper no le cantaba los “fouls”. Lo que no dice es que de haber decretado ilegales algunos de estos golpes, esto hubiera tenido un efecto disuasivo que hubiera impedido que Williams continuase con esta cuestionable táctica ilegal hasta casi el mismo desenlace.

Definitivamente, no hemos llegado al final de este lamentable incidente.