Siempre habrá tiempo para despedirnos de nuestros seres queridos
Doctora María S. Muñoz Berríos, sicóloga
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Desde comienzos de la pasada semana, nuestra Isla está enfrentando un reto que la mayoría de sus habitantes no habíamos experimentado. El COVID-19 ha obligado certeramente a cambiar el ritmo de vida de nuestra sociedad. Todos los hábitos sociales, desde los más sencillos, se han visto forzados al cambio.
Obviamente, dependiendo del crisol de cada individuo, se evalúa la situación como negativa o no tan negativa.
Conversando con amigos/as y familiares, hemos logrado conciencia de que el COVID-19 ha creado una regeneración natural en nuestro planeta. De eso podríamos y tendremos tiempo de dialogar por largo tiempo. Ojalá aprendamos al respecto.
Hace unos días, la prensa reseñaba una nueva experiencia para los puertorriqueños que pierden a sus seres queridos. En Puerto Rico, como en otras partes del planeta, tanto los animales no pensantes como como los seres humanos llevamos a cabo una serie de ritos al fallecer uno de nuestros seres queridos.
Es necesario aclarar que estos no se llevan a cabo por casualidad. Todos y cada uno de los ritos celebrados tienen el propósito de enfrentar el dolor, el sufrimiento, las dudas, miedos e inquietudes.
La transformación de las prácticas post-mortem (después de la muerte), tales como las despedidas o velatorio crean una importante manifestación en la concienciación de que el duelo es una crisis vital con características específicas y que su función es el tratar de detener una serie de factores concomitantes que puede evolucionar complicándose. Si ello no ocurre se manifiesta un duelo complicado inhibido o aplazado; en el cual las reacciones del duelo son aplazadas, inhibidas o pospuestas.
Puede a su vez también manifestarse un duelo enmascarado, donde la persona regularmente presenta problemas físicos o realiza conductas que le causan dificultades, pero sin darse cuenta de que estas tienen que ver con la pérdida no superada del ser querido, o presenta una compulsión a imitar a la persona fallecida aun cuando no tenía el deseo de hacerlo previamente. De igual forma, en el doliente se pueden manifestar impulsos auto destructivos, tristeza sin motivos aparentes, en especial alrededor de la fecha de la muerte de la persona.
Recomendamos ante la situación actual movernos a prácticas que ya contamos con ellas, como son los velorios virtuales e interactivos, en este momento donde -gracias a la capacidad de los teléfonos- podemos reunirnos con familiares y amigos, así como usando aplicaciones como Zoom, Skype y otras, donde se pueden contar anécdotas e historias y resaltar cualidades del /la fallecido/a y posterior a que pase la crisis del COVID-19 retomar las despedidas familiares y comunitarias a través de cualquier tipo de rito, como puede ser un compartir en el nombre del fallecido/a, una cena, una cantata, una/as misas, rosarios, llevar flores al cementerio y podernos dar un abrazo solidario.
Recordemos que cuando alguien querido muere nos quedan los recuerdos, una serie de vivencias que nunca desaparecerán y sobre todo una fuerza universal que nos entrelaza llamada AMOR.
La Dra. María S. Muñoz Berríos ha escrito dos libros sobre el proceso de duelo y es catedrática Jubilada del Sistema Universitario Ana G. Méndez. También imparte, junto a la Dra. Ada Rosabal, un curso en Consejería en Terapia de Duelo para los Profesionales de la Salud.
Colaboradores de diferentes sectores de la sociedad puertorriqueña analizan sucesos noticiosos al estilo de Primera Hora
Columnista invitado
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