La música impacta profundamente nuestra cognición, emociones y salud mental. No es solamente una expresión artística. Estudios científicos demuestran que la música es un arma poderosa porque tiene efectos directos en las ondas cerebrales y altera el funcionamiento del sistema nervioso. La música es generada, recibida y procesada por nuestro mismo cerebro.

Las ondas cerebrales son patrones de actividad eléctrica del cerebro en diferentes frecuencias: alfa, beta, delta, gama y zeta. Cada tipo de onda está asociada con diferentes estados mentales. Por ejemplo, cuando estamos despiertos, alertas y con pensamiento lógico, nuestro cerebro tiene un ritmo de onda beta. No obstante, cuando estamos durmiendo profundamente, las ondas delta dominan la actividad cerebral.

El patrón temporal de los sonidos musicales puede sincronizarse con las ondas cerebrales. Se trata de un fenómeno conocido como arrastre de ondas cerebrales o “entrainment”, en inglés. Un ritmo rápido aumenta la actividad de onda beta, mejorando la concentración y el estado de alerta. Por otro lado, la música con ritmos más lentos puede aumentar las ondas alfa y zeta, asociadas con relajación, meditación y dormir.

Sabemos también que la agudez y gravedad de los sonidos musicales influyen en las emociones. Los tonos altos suelen evocar emociones positivas y pueden aumentar las ondas alfa, promoviendo un estado de tranquilidad y bienestar. Los tonos bajos o graves pueden cambiar las ondas cerebrales e inducir sentimientos de tristeza o melancolía, generando un estado más reflexivo.

¿Por qué muchos trabajamos o corremos con música? Porque escuchar música activa el sistema de recompensa del cerebro, liberando dopamina, el neurotransmisor asociado con el placer y la motivación. La música estimula la neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones neuronales. Los músicos tienen mayor densidad en áreas cerebrales asociadas con la atención, audición y coordinación motora.

La música también impacta la memoria porque puede facilitar la recuperación de recuerdos, especialmente en personas mayores. Esto se debe a que la música evoca emociones fuertes, involucradas en la consolidación y el acceso a nuestros recuerdos. En el campo de la rehabilitación, es beneficiosa para pacientes que se recuperan de accidentes cerebrovasculares porque la terapia con música mejora la coordinación motora y acelera la recuperación del habla. También se usa con éxito en el tratamiento de pacientes con demencia, como el Alzheimer, para mejorar su memoria y estado de ánimo.

La capacidad de la música de impactar la actividad cerebral ha permitido conceptualizar a la musicoterapia como una alternativa para tratar la salud mental. La música con ritmos lentos y tonos suaves puede reducir significativamente los niveles de cortisol (hormona del estrés) y aumentar la actividad de las ondas alfa, promoviendo un estado de relajación profunda. Esto podría ser de utilidad para pacientes con ansiedad y depresión.

La música es mucho más que arte. Puede ser una herramienta para la salud cerebral y el bienestar general, ya sea mejorando la concentración o reduciendo el estrés.

Por eso es fundamental la inclusión y la expansión de las clases de música en nuestro sistema educativo. La exposición a la música desde una edad temprana puede tener efectos duraderos en el desarrollo cognitivo.

Como dato curioso, en 1977 la NASA lanzó dos sondas espaciales para explorar el exterior de nuestro sistema solar. Ambos Voyagers tienen un disco de oro con un mensaje para cualquier forma de vida extraterrestre, si fuera encontrado. El contenido del disco, escogido por el científico Carl Sagan y otros, incluye saludos en 55 idiomas, el sonido de un beso, una pieza de Stravinsky y la canción “Johnny B. Goode” de Chuck Berry. La música es y será una aliada valiosa en nuestro viaje espacial por el cosmos.