Los maestros se merecen más
Ellos son las puertorriqueñas y puertorriqueños que lo entregaron todo para que sepamos -más allá de leer, escribir y sumar- a ser buenas personas y ciudadanos.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Estudié en escuelas públicas toda mi vida. Mucho de lo que sé y de lo que hago se lo debo a mis maestras. Recuerdo sus manos llenas de tiza y de tinta de bolígrafo. Recuerdo los reglazos y halones de patilla que, aunque suene raro, agradezco eternamente. Ellas y ellos le dieron a mi generación la llave para que lográramos alcanzar la excelencia y tuviéramos herramientas para sacar a Puerto Rico hacia adelante. Eso nunca tendrá precio en dólares y centavos.
Parafraseando un proverbio griego, avanzamos mucho como sociedad cuando plantamos árboles, sabiendo que quizás nunca nos sentaremos a su sombra. Y eso es lo que hacen las maestras y maestros de nuestras escuelas todos los días. Bajo lluvia y con calor, con dolor y frustración, muestran cara de emoción y los mejores deseos de enseñar. Lo aplaudo de pie.
Es una hipocresía hablar de la educación de nuestros niños y adolescentes con discursos de progreso y tecnología, mientras condenamos al magisterio a un salario y retiro indigno. Es penoso y bochornoso leer el caos que enfrentamos cuando comienza el semestre escolar. Todo es burocracia y sinsentido. Es bien difícil aceptar que el maestro que hoy tengo de frente en el salón estuvo toda la noche en otro trabajo. Pero más desgarrador es saber que ese maestro, trágicamente, nunca llegó al salón de clases porque su salario no le daba para vivir decentemente.
Ellos son las puertorriqueñas y puertorriqueños que lo entregaron todo para que sepamos -más allá de leer, escribir y sumar- a ser buenas personas y ciudadanos. Y aunque es cierto que enfrentamos dificultades económicas como país, eso no justifica el proceder de los “líderes” políticos sobre este tema. Ya es hora de ser honestos y decirle a los “emperadores” que andan desnudos.
El decimosexto presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, dijo que el pueblo que ignora su historia, está condenado a repetirla. Ojalá y no sea el caso aquí.
A todo el magisterio puertorriqueño: ¡gracias por tanto! Oda a ustedes hoy y siempre.